Capítulo Cinco

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Volví a mí a oscuras y a punto de quedarme sin aire. Me revolví dando manotazos y patadas por la simple necesidad de seguir vivo.

Cuando creí que ya no podría más, logré salir a la superficie. Me entró espuma en los ojos, tosí y pataleé, el agua me volvió a tragar y la corriente me zarandeó a su antojo.

Pero los dioses deben querer algo más aún de mí, o si no, no estaría vivo.

Una ola me arrojó contra una roca y me aferré lo que más pude. Forcejeé hasta que me liberé del cinto con la espada y me obligue a deshacerme de las pesadas botas.

Aprovechando la siguiente ola, me afirmé a una estrecha cornisa de piedra bañada por la espuma salada, con medusas y lapas de afilada concha por compañía.

Era indudable que tenía suerte de seguir con vida, pero no me sentía afortunado.

Estaba en la ensenada que había en la cara norte de la fortaleza, un canal estrecho y recluido por rocas dentadas al que el mar entraba con olas furiosas, lanzando bocados a la piedra, salpicando, dando azotes y levantando una espuma reluciente.

Me aparté el pelo mojado de los ojos y escupí agua salada. Tenía la garganta destrozada y me escocían los cortes de las manos y brazos.

Mi imprudente decisión de desprenderme de la cota de malla me había salvado, pero el jubón acolchado de debajo estaba saturado de agua de mar. Manipulé las correas con bastante dificultad hasta que por fin logré quitármelas y me quedé agachado, temblando.

- ¿Tú lo ves? - se escuchó decir a una voz, tan cercana que me encogí contra la piedra resbaladiza y me mordí la lengua.

- Tiene que estar muerto. - Otra voz. - Habrá caído en las rocas. Seguro que el mar ya se lo ha llevado.

- Seokjin quiere el cuerpo.

- Pues que venga Seokjin a pescarlo.

Llegó una tercera voz.

- O que venga Felix, que para eso lo ha dejado caer.

- ¿Y a cuál de los dos quieres decir que nade primero, a Seokjin o a Felix?. - Risas.

- Yoongi pronto llegará. No tenemos tiempo de sacar cadáveres.

- Volvamos a los barcos, y digamos al rey Seokjin que su sobrino ahora adorna las profundas...

Las voces se perdieron en dirección a la playa.

«Rey Seokjin».

Mi propio tío, al que había querido como a un padre, el que siempre tenía una palabra tranquilizadora, una sonrisa comprensiva y un apretón en el hombro para llevarme en la buena dirección. ¡Mi propia sangre! Me había traicionado.

Me encontraba agarrado a la roca, tembloroso mientras la rabia se apoderaba de mí con tanta fuerza que casi me quitaba el aliento.

Mi madre solía decir: «No te preocupes nunca de lo hecho, solo de lo que llegará».

Mi madre.

«Siempre hay una manera».

Dejé escapar un sollozo desconsolado al pensar en ella. Quien siempre sabía qué hacer. Pero ¿cómo llegar a ella?...

Debía encontrar la forma de volver, debía hacerlo.

- Me vengaré del mal nacido de Seokjin y del traidor de Felix, recuperaré la Silla Negra. Lo juro. - dije con los dientes apretados.

Pero no había pensado en la más cruel de las venganzas, la marea.

Al poco tiempo, las gélidas olas empezaron a bañar la cornisa en la que estaba acurrucado. El agua fría me envolvió los pies, los tobillos, las rodillas, y no tardó en entrar en aquel espacio estrecho a borbotones, con más fuerza incluso que antes.

The King (Taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora