Capítulo Tres

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El funeral de mi padre y hermano, fue una ceremonia grandiosa.

La procesión partió del Gran Salón y cruzó el patio de la ciudadela, cubierto de hierba, testigo de muchos de mis fracasos, bajo laa ramas del cedro donde mi hermano se burlaba de mí por no poder treparme de ellas.

Caminaba al frente, con mi madre a un lado, haciéndome sombra en todos los sentidos, y la Anciana detrás, apurando su paso con ayuda de su báculo. 

Mi tío encabezaba la casa del rey, con guerreros y mujeres vestidos con sus mejores trajes.

Al final iban los esclavos, algo que no me gustaba, ya que llevaban collares de hierro y sus manos atadas, pero según mi familia, ese era su lugar. Caminaban con sus ojos fijos en el suelo.

Mientras cruzabamos el único túnel de acceso al reino, levanté la mirada, nervioso. La base de la puerta brillaba en la oscuridad, dispuesta a caer y aislar al reino de un ataque enemigo. Era como si un solo alfiler sostuviera todo el peso de una montaña, y eso me causaba temor. Sin mencionar que estaba a punto de incinerar a la mitad de mi familia.

- Lo estas haciendo bien - susurró Seokjin en mi oído.

- Estoy andando.

- Andas como un rey.

- Soy rey y estoy andando. ¿Cómo iba a ser de otra manera?

Seokjin sonrió.

- Bien dicho. Mi rey.

Por encima del hombro de Seokjin, Minseo también me sonreía, después de todo ella era la futura reina, mi reina. Muy pronto llevaría la llave del tesoro del reino. La nueva perspectiva fue una esperanza que apaciguó mis temores, un chispazo en la oscuridad.

Todos llevaban antorchas. Formaban una serpiente de luces que cruzaba todo el camino, aunque el viento había apagado la mitad de ellas para cuando cruzamos las puertas del reino y llegamos a la ladera.

El barco del rey era el mejor en todo el puerto de Jinju, con sus veinte remos a cada costado y sus orgullosas proa y popa, tan elaboradas, dignas del rey. Era el mismo barco que mi padre había usado para sus incursiones, donde había regresado triunfante, con esclavos y pillaje.

Tendieron los cuerpos blanquecinos del rey y su heredero en cubierta, sobre sendos lechos de hermosas espadas, pues el renombre de Kim Myung Soo como guerrero solo había tenido rival en el de su hermano, el difunto Kim Namjoon.

No podía quitarme de la cabeza que todo aquello únicamente demostraba que los grandes guerreros no mueren mejor que los demás hombres… y que suelen hacerlo antes.

Colocaron ricas ofrendas en torno a los cadáveres. Armas y armaduras que el rey se había cobrado en batalla, brazaletes de oro, monedas de plata; tesoros que se amontonaban brillantes.

A mi hermano, le dejé un cáliz enjoyado en las manos; mi madre rodeó los hombros del rey caído con una capa de blanco pelo, le puso una mano en el pecho y se quedó un momento con la mirada baja y los dientes apretados hasta que hablé:

- ¿Madre?

Ella se volvió sin decir palabra y me llevó a las sillas dispuestas en la ladera mientras la brisa azotaba la hierba que pisaban. Me removí buscando comodidad en aquel asiento duro y alto. A mi derecha estaba mi madre, inmóvil bajo la sombra de Felix tras ella, y a mi izquierda la Anciana sentada en una banca, con los nudillos marcados en torno al báculo, vivo con el reflejo de las antorchas. 

The King (Taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora