Capítulo Veintidós

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Min Yoongi ordenó a la Cleriga darnos comida, ropa y cobijo. Si quería que su nuevo ciervo tocara Jinju sin problemas, lo mínimo que podía hacer era alimentarnos.

Nos dirigimos por un pasillo hacia lo que parecía eran aposentos, la gran edificación, aunque abandonada parecía tener lo necesario para recibir a su rey cada vez que salía de caza.

Las velas iluminaban el lugar, por donde la Clériga nos guiaba.

- ¿Quién es? - la voz de Jungkook me sacó de mis pensamientos.

Al final del pasillo, había un cuadro con un hombre igual a Yoongi, más robusto, con una mirada afilada y mucho más adulto. Alguien aún más de temer que el propio rey.

- Min Suga, el antiguo rey. - Nada dijo, soltando esas palabras con odio, tal como había hecho con Hwasa.

- Eso explica el parecido. Aunque al lado de este, Yoongi es un tierno gatito. - bufó Seojoon.

- No querrás sentir el filo de su espada. - habló la Clériga deteniéndose frente a una puerta. - aquí se quedarán, no intenten ninguna tontera.

La miré irse no sin antes dejar a cuatro hombres vigilándonos. Hombres que contra el filo de Nada no tendrían ninguna oportunidad pero no era tiempo de errores.

- Vaya que es desconfiada. - murmuró Wooshik. - ¿Creen que esto sea una trampa?

- No, Taehyung se encargó de aumentar las ansias de poder en Yoongi, y la única forma es pisando Jinju. - Nada volvió a decir, su voz era todo menos alegre.

A la mañana siguiente, me subí el cuello de piel de mi capa prestada para protegerme del viento y arrugué la nariz por el olor salobre del mar. Por eso y por la fetidez de los esclavos que remaban. Me había acostumbrado al hedor cuando era uno de ellos, hasta había dormido con la cara pegada al sobaco de Seojoon sin casi notarlo. Y había apestado tanto como los demás, lo sabía. Pero eso no hacía mejorar el olor de los esclavos que tenía delante.

Lo hacía empeorar, en realidad.

- Pobres perros. - Wooshik, apoyado en la barandilla del alcázar, miró con gesto grave a los esforzados remeros. Para ser un hombre tan fuerte, tenía débil el corazón.

Seojoon se frotó el pelo castaño entrecano que le había crecido sobre las orejas.

- Sería bonito liberarlos.

- Entonces, ¿cómo llegaríamos a Jinju? - repliqué. - Alguien tiene que remar. ¿Quieres dar tú las brazadas?

Mis antiguos compañeros de remo me miraron de soslayo.

- Has cambiado - dijo Wooshik.

- He tenido que cambiar.

Me alejé de ellos y de los bancos, iguales que aquellos sobre los que tanto había sufrido.

Jungkook estaba apoyado en la baranda de popa, lo miré por un largo rato antes de acercarme. Llevaba una camisa y pantalones color negro con unas botas que le llegaban bajo las rodillas, del mismo color, y un cinto con un puñal, tal como el que llevaba Yoongi la primera vez que lo vi. La diferencia era la enorme sonrisa en su rostro mientras el viento le alborotaba el pelo, algo más crecido que antes y tan negro como pluma de cuervo. Un contraste perfecto junto a su tono de piel.

Tomé su capa y se la llevé. - Ten, te dará frío. La recibió sin decir nada y se la colocó.

- Pareces alegre - le dije, contento de verlo tan contento, un hecho que poco ocurría desde que lo había conocido.

- Me alegro de estar otra vez en el mar. - Separó los brazos y movió los dedos. - ¡Y sin cadenas!

Noté desvanecerse mi sonrisa al pensar que aún llevaba una cadena que no podría romper, la que me había forjado yo mismo con mi juramento. El juramento que me obligaba a volver a Jinju y ligaba mi destino a la Silla Negra. Y sabía que, tarde o temprano, Jungkook se apoyaría en la baranda de otro barco, el que lo llevaría de vuelta a Yeonje y se alejaría de mí para siempre. 

The King (Taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora