Es probable que alguna gente te diga que cocinar un huevo duro con la yema suave es fácil, pero escúchenme bien: mienten. Los ignorantes dirán que solo basta meterlos en agua hirviendo. Y también dirán que tener un matrimonio duradero es fácil, que...
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Ensalada asiática de quinoa y gambas
Ingredientes
60 g de quinoa
150 gr de gambones crudos pelados o ya cocidos
1 aguacate
100 g de canónigos
100 g de tomate cherry
20 ml de zumo de lima
¼ de cucharadita de chile en copos
15 ml de salsa de soja
2.5 ml de sirope de arce, miel o ágave
Preparación
Comenzaremos hirviendo la quinoa siguiendo las instrucciones del fabricante, aproximadamente 15 minutos. Escurrimos y reservamos en un recipiente limpio. Cocemos los gambones si están crudos, y reservamos. Hacemos el aliño mezclando el zumo de lima y el chile en copos, el aceite y el sirope de arce. Añadimos la mitad del aliño a la quinoa y agregamos la cebolleta picada, los canónigos, los gambones, el aguacate en láminas y los tomates cherry partidos por la mitad. Salpimentamos al gusto y echamos el resto del aliño. Espolvoreamos con el cilantro fresco picado.
Cuando tiré los restos en la basura, noté que mi esposo no estaba cenando en casa. Antes encontraba paquetes vacíos de comida rápida entre el basurero o bien, Chanyeol pedía que dejara algo preparado para calentarlo por las noches. Pero hace mucho no insistía en ello ni encontraba disminución en las cosas de la alacena, es decir, no estaba cocinando.
—¿Dónde estás cenando?
—Pues... hoy donde mi madre —me respondió con gesto confundido mientras se ponía su pijama. Yo estaba esperándolo de mi lado del colchón.
—No solo hoy, me refiero a estos días atrás.
—Me aburre mucho estar solo en casa, así que de vez en cuando salgo con algunos muchachos de mi equipo de trabajo, vamos a bares deportivos, aunque los odies —se acostó a mi lado—, comemos alitas picantes con cerveza mientras vemos un partido y regreso a casa. —Me dio un beso rápido en la boca. —Buenas noches, Soo.
Nunca tuve motivos para desconfiar de mi esposo. Cuando nos conocimos él estaba sufriendo por un amor, pero nunca supe que le fuera infiel a nadie. Yo apreciaba mucho a las personas con ética. Y en siete años de matrimonio jamás sospeché, pero él tenía razón: ahora era diferente porque no estábamos bien. Me sentía inseguro respecto a sus emociones hacia mí y como todo inseguro, empecé a convertirme en una persona insoportable. Insistía en que me respondiera rápido a los mensajes de texto que empezaba a enviarle a la hora en la que él salía de su empleo. Me enojaba si no se comía lo que le dejaba preparado porque asumía que había ido a cenar con otro. Le exigía que me dijera exactamente con quiénes salía, a dónde iban y a qué horas. El peor problema lo tuvimos cuando despertó una madrugada y me encontró revisando su teléfono.