Una herida que no sana

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La brisa marina acariciaba suavemente la tersa piel de ambos que estaban admirando como las estrellas iluminaban el horizonte, tiñendo el cielo de todos morados y azules. Esteban y Marcia caminaban descalzos por la arena, dejando que el sonido de las olas rompiendo suavemente en la orilla llenara el silencio entre ellos.

Esteban se detuvo de repente, haciendo que Marcia volteara a mirarlo con curiosidad. Su corazón latía con fuerza en su pecho, sintiendo el peso de lo que estaba a punto de hacer.

- Marcia – toma su mano, su voz era apenas un susurro llevado por el viento. La pelirroja miraba con atención esos ojos oscuros que reflejaban la luz de las estrellas – Hemos pasado por tanto juntos – continúo – Hemos conocido el amor y el dolor, hemos tropezado y nos hemos levantado una y otra vez, pero a pesar de todo, aquí estamos y me atrevería decir que más fuertes que nunca.

La ojiverde asintió conmovida, sintiendo un nudo en la garganta al recordar los momentos difíciles que habían compartido; es él... en su mente se reprodujeron las risas, los abrazos y la infinidad de veces en que sintieron su amor, que hicieron en amor.

No sentía miedo, no sentía nervios, se sentía en paz; se sentía en su hogar.

- Marcia, tú eres la luz de mi vida, mi refugio en la tormenta - ¿va a llorar? Su voz temblaba ligeramente – No puedo imaginar mi vida sin ti, y sí, si estoy obsesionado contigo – la hace reír – no puedo estar sin tu amor y tu compañía. Por eso, quiero preguntarte algo...

Ay no... ¿si va en serio?

Esteban se arrodillo en la arena sacando un pequeño estuche aterciopelado de su bolsillo. Marcia llevó una mano a su boca, conteniendo el aliento mientras las lágrimas comenzaban a empañar sus ojos. Ese era una de las causas que la orillaron a realizarse las pruebas de embarazo, estaba muy sensible.

- Ahora sí – sonríe - ¿Marcia, te casarías conmigo?

Las lágrimas rodaron por las mejillas de Marcia mientas asentía con fuerza, incapaz de contener la emoción que llenaba su corazón en ese momento. Esteban se puso de pie y deslizó suavemente el anillo en el dedo de Marcia, sellando así su amor con un compromiso eterno.

Esa historia de amor que supera cualquier obstáculo, donde la discordia, los malos entendidos, la mentira... un amor que vence el miedo, la ausencia y la injusticia, solo puede terminar de la mejor manera; juntos abrazados frente al mar, con la promesa de un mañana y un siempre.

No había anda mejor que desearse y, aun así, nunca era suficiente, a veces era muy masivo el amor que nunca sabían cómo corresponderse, pero no había nada más bello que intentarlo mil veces. En esta parte solo se me ocurre escribir una de mis canciones favoritas de uno de mis cantantes favoritos; Mi refugio de Pablo Alboran. ¿La han escuchado? ¿no? pues escúchenla.

- ¿Te gusta?

Esteban llevaba rato viendo como Marcia observaba fijamente el anillo. Estaban recostados en un tendido que el moreno había mandado poner, el plan principal era pedirle matrimonio ahí, pero se sintió tan cómodo mientras se dirigían al lugar, que decidió hacerlo antes.

- Me encanta – voltea para verlo. Estaba recostada entre sus piernas con la espalda recargada en su pecho - ¿Cuándo fuiste a comprarlo?

- Antes de que te regresaras a Washington – acaricia su antebrazo – te dejé en tu departamento y fui a buscarlo. Te sentía extraña así que te quería amarrar.

- Sabes que no ocupas un anillo para amarrarme.

- No, ocupo un bebé – besa su mejilla.

- Esteban – carcajea – también.

- Más que el bebé, ocupo el proceso de hacer el bebé.

- Por ahí va – sonríe – hablando de bebé...

- ¿Era broma lo de las pruebas? Salieron positivas, ¿verdad?

- Ojalá fuera una broma – sonríe nostálgica – Esteban – se endereza girando sobre el mismo lugar quedando cara a cara.

- Vente – la jala para sentarla en su regazo – ¿No te sientes lista para ser mamá?

- No es el hecho de ser mamá – besa su mejilla – sino de embarazarme. Me dolió mucho perder a ese bebé, era niño.

- ¿Niño?

- Mmhju – asiente – me sentí vacía... por eso comencé a planificar, me prometí no volver a pasar por el mismo dolor – suspira – y ahora, ver esas cinco pruebas negativas, pues si me descolocaron bastante.

- Te entiendo – la abraza más fuerte – perdóname si he sido muy insistente en el tema, no pensé que estuviera causando un daño.

- Tú no causas ningún daño, soy yo que aún no procesa la idea de un nuevo embarazo. Soy psicóloga – ríe – debería saber que es algo que tiene que pasar, a menos que no quiera, pero yo si quiero.

- ¿Si quieres tener un bebé? – acaricia su cintura.

- Si – sonríe.

- Mira, dejémoslo a la suerte, pero antes vayamos a checarnos, ver que todo esté bien con los dos y si te sientes lista, lo intentamos, si no, pues no.

- Pues si – da de hombros.

- Mientras... - la recuesta sobre la sabana – podemos ir practicando.

Esteban había planeado bien el momento, así que rentó una zona privada de la playa en la que podían estar sin ser interrumpidos ni espiados por personas que estuvieran vagando por ahí, por eso tuvieron que caminar un largo tramo para llegar.

La calidez del clima y la frescura de la brisa del mar fueron creando una atmosfera perfecta para el par de recién comprometidos. Caricias llenas de ternura y besos largos fueron abriéndole paso a la pasión. Sus bocas se separaron porque los pulmones comenzaban a exigir oxígeno.

Nunca había visto un ser tan hermoso como lo era Marcia y juró desde ese día que iba a ser completamente de él; ahí fue cuando comenzó el juego, su mano comenzó a tocarle descaradamente los muslos, subiendo y bajando hasta llegar a la curva de sus glúteos. Era mucho más bajita que él, así que acariciarla toda no era tarea difícil.

Marcia se sentía un poco juguetona. En un descuido de Esteban, la pelirroja se puso de pie desvistiéndose bajo la sorpresiva de mirada del moreno, cuando estuvo completamente en ropa interior, sonrío maliciosa y comenzó a caminar de reversa.

- ¿A dónde?

No recibió respuesta, simplemente la vio girarse y caminar al mar; ¿qué vista? Su piel blanca iluminaba entre la oscura noche. Se puso de pie y notó como ella al darse cuenta de que la seguía comenzó a acelerar el paso.

De dos zancadas llegó a ella y la tomó de la cintura continuando su camino al mar. Se adentró con la ojiverde en brazos para luego dejarla sobre sus pies, solo que estaba algo hondo para ella, por lo que Marcia optó por pararse sobre el empeine de los pies de Esteban, algo que le causó bastante gracia.

Sin decir palabra alguna estampó su boca con la suya y sin permiso metió la lengua devorándola como si no existiera un mañana. La abogada soltó un pequeño gemido y eso hizo que él estallara, la agarró y la levantó haciendo que ella enredara las piernas en su cadera, mientras bajaba por su cuello dejando un rastro de húmedos besos. Fue bajando hasta sus pechos deleitándose de ellos a la par que la escuchaba soltar jadeos que hipnotizaban su oído.

Esteban aún estaba en vestido, aunque solo traía short y una camisa básica, Marcia lo quería desnudo.

- Vamos a fuera – dice entre jadeos – te quiero desnudar.

El empresario negó y así con ella aferrada a su torso de piernas y manos levantó su camisa dejándola en medio de ambos y solo bajó su short hasta la altura de los tobillos. No perdería más tiempo, colocó su miembro en la húmeda entrada de la ojiverde y se introdujo sintiendo como su virilidad se abría paso en el interior de su mujer.

Comenzóa empujar dentro y fuera como loco al que le daban cuerda cada que la pelirrojale gemía al oído. Ella se aferraba a su cuello en un intento de no caer, perono era algo que fuera a pasar, pues el moreno la tenía bien sujetada de los glúteos;minutos después él se derramó en ella.

CobardíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora