La necesidad humana de torturarse a sí mismo

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- ¿Marcia fue alguien importante en sus vidas? – pregunta en lo que él cierra la puerta – Disculpe si mi pregunta es imprudente.

- No me hables de usted, tutéame – pide ya frente a ella – ¿Gustas algo de tomar?

- Agua está bien – toma asiento.

- Respondiendo a tu pregunta – sirve el agua – No, Marcia no fue nadie importante en nuestras vidas – se la entrega – solo en la mía.

Al principio cuando dijo que no lo había sido, sintió como su corazón se apachurraba, sin embargo, cuando aclaró que para él si lo había sido, volvió a respirar.

¿Dejaste de respirar? ¿Qué es lo que te pasa? No debías sorprenderte, ni deberías creerle eso ultimo; se reprendía a su misma.

- ¿Fue su... tu esposa?

¡Pero si te encanta la mala vida!

- ¿Por qué supones eso?

- Tu anillo – señala.

El anillo... dos meses habían pasado desde que Helena falleció y aun no podía deshacerse del anillo. Quiso mucho a quien fue su esposa, ¿igual que a Marcia? O ¿más que a Marcia? No lo sabía, pero Marcia suponía que sí, pues si fue capaz de dejar todo por Helena, ¿cómo lo haría sin amor? Pero, ¿Esteban era capaz de amar?

- Sí – asiente – si estoy... estaba casado, mi esposa falleció hace dos meses.

- ¿Marcia?

- No, no era ella – suspira – Marcia fue...

- No, no, no – lo detiene – no es necesario que me explique nada, claro está que yo no soy ella y bueno, vine aquí para trabajar.

- Entiendo.

No tenía intención alguna de conocer quien fue Marcia para Esteban, lo tenía más que claro; ella para él fue un juguete con quien pasar el rato. Él por su parte sentía la necesidad de contarle todo y ni siquiera sabía por qué.

Marisa tenía algo que lo hacía sentir atraído; quizás era su belleza pues no podía negar que tan solo con verla podía echar a volar su imaginación. No quería verse pervertido, pero sabía que no lo era, había algo más en la mujer pelirroja que ahora mismo estaba sentado frente a él, que lo hacía querer tenerla cerca todo tiempo.

Misterio, sensualidad e imponencia, eso y más.

- Esta será tu oficina – le abre la puerta dándole paso – puedes hacerle el cambio que desees.

- Es espaciosa – observa a su alrededor – me gusta.

- Me alegro – sonríe – quiero que te sientas lo más cómoda posible.

Ya habían charlado del trabajo que Marisa realizaría durante el proyecto y en un posible futuro, eso era lo que Esteban creía. Mientras le daba el suficiente espacio para que se acomodara en su oficina, salió de esta para ir a la suya. Para ser honesto, aunque quería estar cerca de Marisa, le hacía mal.

Flashback

- ¿Estas segura?

Bajo la luz suave de la luna que se colaba por la ventana, Marcia y Esteban se sumergieron en un mundo de emociones contenidas y miradas que revelaban un deseo palpable. El aire vibraba con una energía especial mientras se acercaban lentamente. La habitación, impregnada de una complicidad que ellos solo entendían.

Marcia respondió a su pregunta con un beso que resonaba con la promesa de lo que estaba por venir.

Con una gran agilidad la recostó sobre la cama quedando encima de ella y sin dejar de besarse comenzaron a sacarse todas las prendas. Ya acomodado entre sus piernas y ambos completamente desnudos, Esteban guio con una mano su longitud hacia su entrada ya húmeda. Marcia como parte de la necesidad coital, elevó sus caderas ayudándole al contacto. Ambos cuerpos se tensaron manteniéndose quietos por unos segundos disfrutando de la unión, para después, poco a poco, el moreno comenzar a embestirla aumentando el ritmo con el paso de los minutos o más bien, conforme ella se lo fuera pidiendo.

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