Calidad no cantidad

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- ¿Qué tiene mi bebé? – aparece envuelta en una toalla

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- ¿Qué tiene mi bebé? – aparece envuelta en una toalla.

- Creo que tiene hambre. Intentó pegarse a mi pecho, le dije que no hay nada ahí y se enojó.

- A ver, dámelo – estira sus brazos hacia él.

- Pero aun no te cambias – se pone de pie cediéndole el lugar.

- No importa, ahorita que coma lo hago – lo acomoda en su regazo – uy, pero que bravo – se descubre – Oye, paciencia – ríe cuando lo ve prenderse desesperado – ves como a gritos no solucionas nada.

- Pero cúbrete – se queja viéndolos.

- ¿Qué? – ríe – No hay nada que no hayas visto.

- Por eso, ya lo he vito y se me antoja – hace un mohín.

- Mejor vete a bañar.

- Eso haré y con agua fría.

Un mes había pasado desde que se convirtieron en padres de un niño. Como es usual, las cosas son lindas, pero nada fáciles. Les costó adecuarse a los horarios del bebé y encontrar una rutina que les funcionara realmente; aun así, había días en los que Marcia terminaba llorando porque le costaba que Nicolás tomara sus siestas o veces en los que se encaprichaba con no comer a no ser que sea desde el seno de su madre, así que la idea del banco de leche ya no era para nada funcional pues aun así tenía que amamantarlo, lo que le restaba horas de descanso.

Dejando eso de lado, las cosas iban bastante bien. Todos en casa estaban vueltos locos por el bebé, así que había manos de sobra cuando se necesitaban; las niñas todo el tiempo estaban pendientes de él y de Marcia, Esteban retomó su trabajo, pero, aun así, seguía muy pendiente de lo que ocurría en su casa y procuraba ir a la empresa solo cuando fuera necesario ya de resto pedía que le llevaran los documentos a su propiedad.

Ahora, hablando de Marcia y Esteban como pareja, pues las cosas estaban algo tensas entre ellos. El cansancio, el puerperio de la pelirroja y la falta de sexo en el moreno, era un cúmulo de cosas que los llevaban a discutir por pequeñas cosas, que al final del día terminaban con un "lo siento, me exalte. Te amo". Eso hasta cierto punto; la abogada conocía a su esposo, sabía que era un hombre sexualmente activo y que estaba haciendo un grandísimo esfuerzo por comprenderla. Ella por más que trataba mentalizarse, no podía, se sentía incomoda con su cuerpo, con el deber del bebé, que no podía desconectar su mente, ya ni siquiera era por el tema de la cuarentena, sino por ella.

Deseo había, pero la dispersión era más grande.

- ¿Se durmió? – dice desde la cama.

- Sí – cierra la puerta. Luego de que Nicolás se quedara dormido, fue a su habitación para acostarlo ahí, como lo habían estado haciendo desde hace una semana – quedó profundo.

- Ojalá se levante menos – regresa la vista a su libro.

- Ojalá que sí – se sube a la cama – Vaya, retomaste tu libro – se arropa.

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