La tranquilidad que das

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Hay amores que pasan a la eternidad

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Hay amores que pasan a la eternidad. Tenía la certeza de que cuando uno se enamora, se enamora hasta del nombre. Es por eso que, de solo murmurarlo, susurrarlo como si fuera un secreto inconfesable, le da la idea al cuerpo de que esta amando bajo la presencia de ese ser a pesar de que esté ausente.

Él la nombraba y todo volvía a suceder con magia. Lo decía y la traía a su lado. Por en esa palabra, estaban todas las letras que quería decir cada vez que la necesitaba.

Su nombre le abrazaba el alma. Me comía las heridas. Le hace creer que siempre es verdad y que puede tenerla a su lado cuando quisiera.

Decirlo, quizás, lo alcanza y le basta.

Él...

Él era muy de acelerar, así que valoraba a aquella mujer que de verdad se quiso agarrar de él cuando lo hace, aquella que le dijo que no siempre es ir rápido, que a veces lento se disfruta más. Así que estaba agradecido por encontrar la solución y el alivio hasta cuando no lo hay. Le parecía que la cama cura más cuando ella estaba ahí y que los martes trece con ella son de suerte.

Gracias por la tranquilidad que me das.

Te haré una promesa: si hoy va mal, prometo mañana no madrugar.

- Hay un verso de Wailen, que desde que te conocí, te quise dedicar – respira hondo apaciguando su sentimiento - Sé que eres tú mi último intento, mi persona favorita, el hogar de mis miedos y mi más bonita casualidad. Ojalá que te quedes para construir y para llenarnos el alma de ternura. Ojalá te quedes para siempre, porque a tu lado me encantaría una vida.

Ese intento de detener sus lágrimas para poder hablar fue en vano cuando la vio derramar un par de lágrimas. Una lagrima derramó con tal rapidez por su mejilla, demostrando la sensibilidad de su ser.

Unieron sus almas en un Sí, acepto eterno; en un para siempre.

Y hablando de cosas bonitas, de coincidencias perfectas y de aciertos inesperados; Marcia dio el llevando en su vientre ya no un tumulto de células vivas, sino un ser vivo con trece semanas de gestación.

¡Bendito el mar!

Se llevó todo lo malo y trajo todo lo bueno.

Sin pensarlo, pero deseándolo mucho sus almas se convirtieron en el lugar de todos sus latidos. Se prometieron curar cada preocupación con besos, cada coraje con caricias y cada pena con un te amo; permitiéndose que fueran ellos quienes se provocaran tantos huracanes en sus sonrisas.

Eso es el amor, uno con ganas de todo y el otro eligiéndole cada día. Uno amando su desastre y el otro enamorado de su locura; uno abrazando sus miedos y el otro acariciando sus heridas; uno dedicándole sonrisas y poemas, y el otro, dedicándole la vida entera.

Quiero volver a ser quien te amaba, como un juego de niños
Volver al verde de tu mirada, y secar la pena que hoy nos cala
Quiero amanecer como antes, desnudo contigo
Curando el amor, rompiendo el reloj
A golpe de calor y frío
Y respirar lo que nos quede
Bailaremos nuestro tango en el salón
Si te atreves, no me sueltes.

- Te amo – susurra con una sonrisa aferrada a sus brazos.

- Yo más – él, aferrado a su cintura.

- Siempre – besa tiernamente sus labios – no lo olvides.

- Siempre

Prometo que no pasaran los años
Arrancaré del calendario las despedidas tristes, los días más felices o han llegado
Te prometo olvidar mis cicatrices y devolver lo que he robado a tus dos ojos tristes
Te prometo que nos mudaremos pronto del fracaso y desconcierto a la calle del silencio
Te prometo que vamos a volvernos, eternos.

- Marcia – corren a ella - ¿Podemos bailar con ustedes?

Marina pasó a los brazos de papá y Andrea a los de Marcia, Esteban casi muere, no perdonaba nada que pudiera hacerle daño a su bebé; peleo tanto por él, que intentar guardar a Marcia en una cajita de cristal, se había vuelto su pasatiempo favorito. Y ella, aunque renegara, adoraba ser tratada tal muñeca de porcelana.

La música llenó la pista donde ahora una nueva familia celebraba su creación. Felicidad, ilusión y amor albergaba a cada uno de esos seres que se sentía las personas más afortunados en la tierra.

Marina cerró sus ojos aferrada al cuello de su padre y dio las gracias; gracias mamá. Aunque ella ya no estaba, en sus sueños vio como Helena le mostró que Marcia llegó a sus vidas en compensación por su partida. Supo que la pelirroja estaba ahí porque ahí tenía que estar.

- Estas preciosa – sonríe abriendo sus brazos.

- Iñaki...  - lo abraza.

- Lo que no perdono es que no se te note nada de panza.

- ¿Cómo no? – baja la mirada – esa curvita no estaba.

- Pero no es nada – se queja – ya muero por verlo o verla moverse.

- La verdad yo también. Iñaki, gracias en verdad.

- ¿Por qué?

- Por estar.

- Marcia, te amo y no, no te asustes – sonríe – hay amores que no pueden ser y eso lo entendí, yo sabía perfectamente que tu corazón tenía dueño y sé que suena algo raro, pero te quiero por quien eres y no por lo que pudimos ser. Eres una mujer estupenda y así que no te sorprendas si cientos de personas se enamoran de ti.

- En verdad espero que un día llegue alguien a ti que pueda amarte, porque lo mereces. Mereces un amor bonito e igual de inmenso que tú.

- ¿Cómo es que dicen ahora? ¿Befis? – ríe.

- Befis – ríe enredando su meñique con el de él.

Era una noche cálida de verano, mediados de agosto para ser exactos, una noche que fu testigo de un amor que estaba destinado a ser, que encontró su forma única, mágica y maravillosa para manifestarse.

Amigos muy cercanos y algunos familiares se unieron a la lista de testigos de ese amor que recién comenzaba, o bueno, que recién mismo era explotado en todo su ser.

Ahí mismo, el par de ahora esposos aprovechó para anunciar el embarazo, todas esas semanas, ocho si hablamos con precisión, fue un secreto de ellos dos. cincuenta y seis días en que se dedicaron a disfrutarlo entre ellos dos, como algo de ellos, ¡Puf! Válgame la redundancia.

Ahora se le unían un par de niñas que explotaron de emoción ante la noticia y dos tías que aún no la procesaban.

- O sea ¿nos engañaste con el resultado de las pruebas? – pregunta incrédula – si hiciste eso, Marcia, la venganza será cara, ¿tienes idea de lo mucho que sufrí?

- ¿Sufriste?

- ¿¡O sea que sí!?

- No, fue después.

- ¡Ay, pero ustedes no pierden el tiempo!

- Por eso no comiste camarones ayer – cae en cuenta.

- Me da gusto, pero me sigue pareciendo injusto – se cruza de brazos.

- Ya, hermana – la abraza por los hombros – Tendrás una sobrina, piensa en eso.

- ¿¡Es niña!? – exclaman al unísono.

- No sabemos – ríe la pelirroja.

Luego de consolar al par de mujeres, le siguieron con el par de niñas, pero con ellas solo fue un rato pequeño pues un morenito estaba ansioso por descubrir el color de la lencería que portaba su esposa debajo de ese sexy vestido, que también logró enloquecerlo pues aseguraba que no traía sostén.

CobardíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora