Dolor

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- Las princesas no son groseras

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- Las princesas no son groseras.

- Mi amor – ríe.

- No Maris... Marcia – aún no se acostumbraba – dejaste solito a mi papá mucho tiempo y ni siquiera te despediste de nosotras – se cruza de bracitos.

- Tenía que volver, había mucho trabajo aquí – la sienta en sus piernas.

- Ya ni le digas nada, es una mini Esteban – hace un ademán – muy difícilmente la vas a sacar de ahí, es mejor que la dejes a que se le pase.

- ¡Tía! – se queja.

- Ella me va a perdonar, ¿no es así? – sonríe viéndola – Andrea... - intenta no reír con la carita de indignación de la niña.

Un día después de que Esteban regresara a México, Marina y Andrea se enteraron que su papá estaba con Marcia, fue tanto el escándalo que comenzaron a armar, que al moreno no le quedó de otra más que prometerles que una vez que él llegara a casa, sus tías la traerían con la pelirroja.

Así fue, en cuanto él cruzó por el umbral de la puerta, ellas ya tenían un pie fuera. Esteban llegó las doce pasadas y regresó nuevamente al aeropuerto para dejarlas dos horas después. Las niñas llegaron a las siete de la tarde al departamento de Marcia; la abrazaron, le dijeron que la habían extrañado y luego comenzaron los reclamos por parte de Andrea.

- Pero pizza de las grandes, eh.

- Sí Andrea de las grandes – acaricia su mejilla.

- Estás perdida – sonríe viéndolas desde el comedor – está niña va a hacer de ti lo que quiere.

- Ay ya sé – suspira rendida.

- Niñas, ¿por qué no van a conocer el departamento?

El departamento de Marcia conectaba a diferentes zonas del edificio, siempre había guardas y varias mamás que cuidaban a sus hijos, así que no debían preocuparse mucho, justo una de las ventanas grandes daba a la zona de juegos, así que solo le bastó abrir la cortina para estar viéndolas desde la sala.

- ¿Cómo te sientes Marcia?

- Pues, qué te puedo decir, Lucrecia – suspira – no te voy a mentir que todo esto me estaba sobrepasando, aun me sobrepasa, pero bueno.

- El amor...

- El amor – repite asintiendo.

- Me da gusto que hayas regresado – dice sincera – era divertido pelear contigo.

- Sin vergüenza – ríe.

- Helena era muy buena mujer, pero sin duda a quien amó, ama y amará mi hermano, eres tú.

Se sentía extraño estar en otro país, con las hermanas e hijas de tu pareja; ahora eran una familia, serían una familia.

Todo eso representaba Esteban... y así lo quería.

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