La verdad duele

347 37 94
                                    

Saber la verdad dolió bastante, pero fue mejor que seguir viviendo de mentiras. Entonces me di cuenta que estaba en el lugar equivocado, así que decidí escapar, porque un amor verdadero no miente, no traiciona, no duele.

Un amor verdadero es aquel que trae paz, felicidad, sonrisas, paseos, locuras, besos, caricias, abrazos... sinceridad. Así que la verdad duele, pero también te enseña.

- Esteban... - jadea.

En la penumbra, Esteban la acorralaba entre su cuerpo y la pared, exigiendo la verdad mientras ella lo negaba. Su cuerpo se tensaba y estremecía ante sus avances, mientras él insistía en la conexión de sus aromas.

- ¿Por qué me haces esto? – dice sobre su cuello – tienes el mismo aroma, tu cuerpo me dice lo mismo y estoy seguro que si te beso, tus labios tendrán el mismo sabor y van a embonar perfectamente con los míos.

- El vino te está afectando demasiado – dice con los ojos cerrados – estas muy sensible y no es para menos, me contaste su historia, mi parecido con ella definitivamente te altera.

- No – une su frente a la de ella – eres tú. ¡Deja de engañarme! – se separa - ¿Por qué estás haciendo todo esto? ¿te estás vengando acaso?

- Esteban, no soy ella – insiste – no soy Marcia.

- Claro que eres Marcia ¿y sabes por qué lo sé? – la toma de la cintura bruscamente – conozco de memoria cada recoveco, cada lunar, cada peca, cada vello de tu cuerpo. Apuesto a que, si te desnudo cada marca que te conozco seguirá en el mismo lugar.

- ¿Estás haciendo todo esto por sexo? ¿por qué no solo lo pides y ya?

Ante la sospecha de que todo fuera motivado por un deseo sexual, lo besó; ella cedió a sus besos, consciente de la falta de racionalidad en ese momento. A pesar de tener motivos para dudar de Esteban, ella se aferraba a la imagen positiva que tenía de él. Recordaba las palabras de su padre.

Diez años atrás

- Alejarte de esa familia fue lo mejor que te podía pasar.

- Papá no quiero hablar de Esteban, quiero comer tranquila – muerde su sándwich.

- Es que tienes que saberlo para que te saques a ese hombre del pecho.

- ¿Por qué lo dices? – se limpia la boca con una servilleta.

- Descubrí que Hernán nos estaba estafando, no dije nada porque justo estaba sucediendo lo de tu situación con Esteban. Tú me importabas más.

- ¿Por eso vendiste tu empresa?

- Así es, nada valía la pena más que tu bienestar – toma su mano.

Actualidad

Aunque su padre sacrificó su empresa por su bienestar, ella no podía ignorar el sacrificio de Esteban, que continuaba protegiendo a los suyos, incluso a costa de su propia felicidad.

Así, se encontraba nuevamente envuelta en el deseo y la intensidad del moreno, cediendo ante la conexión que siempre había existido entre ellos. A pesar de sentirse congelada, su cuerpo reaccionaba ante la mirada apasionada de Esteban, quien la devoraba con sus ojos oscuros. En ese momento, a pesar de las complicaciones y las dudas, el deseo y la conexión entre amos eran innegables.

- ¿Vas a quedarte ahí viéndome?

El moreno no hacía nada más que solo mirarla, la tenía sujeta de ambas muñecas posicionadas por encima de su pelirroja cabellera reposadas en la pared.

- Quiero hacerte mía – dice sobre sus labios – una vez más – muerde su labio inferior – pero no así – la suelta, haciendo que Marcia sintiera el frio del vacío – No estoy bajo los efectos de alcohol, sé perfectamente lo que hago y digo. Ya conoces mi verdad Marcia, y no sabes el peso que me he quitado de encima, que alguien más lo supiera y sobre todo tú, alivia mis penas.

- No entiendo.

- ¡Por favor! – se desespera – deja de fingir que no sabes de lo que hablo, ¿me vas a negar que Marisa Jones no es una fachada para cubrir tu verdadera identidad y no sospechar que me estás investigando? – la mira esperando una respuesta. Pudo ver el miedo y la confusión en sus ojos – ¡Lo sé todo Marcia! Sí, mandé a investigar a Marisa Jones y eso tú lo sabías – la señala – lo que no sabías es que también mandé a investigarte, ahí supe toda la información.

- Eso es imposible – niega.

- No para mí y lo sabes.

Lo vio caminar nuevamente en su dirección reduciendo la brecha que había en ellos. ¡Que apuesto! Se le veía molesto y tenía razones para estarlo; durante dos meses habían intentado engañarlo, pero ¿por qué no dijo nada?

- No soy estúpida Esteban – se aparta antes de que él terminara de acercarse – es mejor que te vayas.

- No huyas – la mira por el rabillo del ojo – No seas cobarde.

Cobarde...

Si supiera la infinidad de veces que la gente la ha llamado así, que ella misma se ha llamado así; pero es que, ¿por qué es un acto de cobardía cuidar de su propio bienestar? Ya está, Esteban sabe la verdad, ¿qué más quiere? Era muy evidente que su cercanía le hacía mucho daño, le quemaba la piel encendiendo cada uno de sus sentidos.

- ¡Bien! ¡ya lo sabes! ¿qué quieres que te diga?

- ¿¡Por qué!? – se exalta.

- Es mi trabajo.

- No me refiero a eso – nuevamente estaba cortando toda distancia entre ellos - ¿por qué te fuiste?

- No jodas... - bufa intentando no llorar – tú sabes perfectamente porque me fui – susurra – tú no quisiste quedarte y yo no quise seguir insistiendo, porque lo hice muchas veces; muchas veces te pedí que regresaras, pero todo tiene un límite y así fue como terminó lo que algún día juramos que sería eterno.

- Lo siento... - dice en el mismo tono.

- No te preocupes, a veces solo se trata de aceptar la realidad, entender que perder también te salva y que hay personas que ya no merecen más lágrimas.

- Marcia...

- No Esteban – lo detiene por el pecho cuando este intenta acercarse más – ya te dediqué muchos mares.

Si, conocía la verdad, pero para lo único que sirvió fue para comprenderlo todo y calmar su alma; un perdón no borra el dolor. Pasó años llorando, cargando con un dolor en el pecho. Podía perdonarlo, sin embargo necesitaba tiempo para digerir todo, aunque también moría por abrazarlo y besarlo. Notaba en sus ojos el dolor de la culpa.

¿Cómo tenía la capacidad de ver el dolor de las demás personas aun con la vista nublada por su propio dolor?

- Sé... - pasa saliva - sé que quizás hice las cosas mal, no lo sé... - encoge los hombros – lo hecho, hecho está. También sé que si estás aquí es solo por tu trabajo...

- Así es, no estoy aquí porque quisiera, sino porque no tenía de otra.

- Quiero ayudar.

- No se puede Esteban.

- ¿Por qué no?

- Asunto totalmente confidencial.

- Comprendo – asiente – créeme que el más interesado aquí que se resuelva el asesinato de Helena, soy yo. Si hay algo en lo que te pueda ayudar, dímelo.

Marcia ya no contestó nada. Jamás había experimentado un dolor así; tenerla enfrente, haber confesado toda su verdad y que posiblemente no sirviera de nada. Con la cara hasta el suelo y con todo el pesar de su alma aceptó que ya no había nada más que hacer, se marcharía con la duda de lo que sería su relación con la pelirroja, ¿se iba a ir? ¿iba a seguir con la farsa? Si se estuvo conteniendo durante varios días en decirle que sabía toda la verdad, fue porque le gustaba poder verla todos los días durante la mayor parte del día.

- Esteban... - pronuncia ya que estaba a punto de abrir la puerta.

- ¿Dime? – como pollito regresando con su mamá, corrió hasta donde estaba aquella mujer de cabello rojizo.

- ¿La amaste?

- ¿Qué dices?

- A Helena, ¿la amaste?

CobardíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora