Sanem.
Hoy las cosas no me estaba saliendo bien en la tienda. Todo se me caía, me sentía desesperada, además de ansiosa.
Mi paciencia terminó cuando debía acomodad unos chocolates en una parte alta del estante. Ya había puesto unos en el mostrador pero, la caja de chocolates se me cayó encima y los terminé aventando.
Aquellos chocolates me parecían tan tentadores que no pude resistirme, tomé uno y lo deboré. Estaba en depresión, y ganas no me faltan para sentarme a comer un bote de helado como en las películas.
Un carraspeo me trae a la realidad.
Volteo lentamente detrás de mí y...
Sorpresa. El causante de que esté deborando chocolates, está aquí.
Can está aquí. Como, de verdad.
¿Ahora qué? Ya dejé el lugar, renuncié. No puede venir a gritarme o torturarme fuera del trabajo.
A causa de mis imprudencias, no puedo hablar y estoy algo apenada. Tomo una servilleta del estante y limpio mis labios. No creo que le sorprenda el tipo de eventos desafortunados por lso que puedo pasar.
Me giro lentamente y termino de masticar. Él no espera y me muestra aquella hoja arrugada que le dí como mi renuncia.
Contengo las ganas de rodar mis ojos porque si ese es el problema, le entrego una hecha en computadora o en máquina de escribir.
—¿Qué es eso? —pregunto finalmente.
—Esto es tu renuncia —dice muy despreocupado.
—Sí eso ya lo ví —digo obviando —¿Por qué se ha tomado la molestia de venir hasta acá y traerla?
—Eso es porque no es posible aceptar tu renuncia. Aún le debes a la empresa.
Claro, y a mí no se me olvidaba. Pareciera que no sabe que soy una mujer de palabra.
—¿Usted cree que tiene que recordarlo? Eso ya lo sé. Estoy trabajando en la tienda —explico —No necesito estar en la agencia. Es más, puedo darle un adelanto.
Rebusco debajo del mostrador donde tenemos la caja. Seguro hay algunos billetes que puedo darle mientras tanto.
—Pero Sanem ¿Qué crees que estás haciendo? —dice Can —No digas locuras.
Lo ignoro y cuento los billetes en mis manos.
No es mucho pero ha de funcionar para algo.
Pronto un cliente entra y pide algunas cosas. La reacción de Can me toma por sorpresa pues, toma todas las cosas que el cliente ha pedido y se las entrega como si él fuera quien despachara en la tienda.
A cada cliente que llegaba Can se ponía a despachar a la gente y hablar con indirectas sobre mentiras, juegos y sobre decir las verdades. Por supuesto lo confronté, porque no escuchaba.
Al final me confesó que no era por cuestiones de dinero pero que había una campaña muy importante y me necesitaban.
No me lo pidió una sola vez, lo hizo al menos unas cinco veces. Además de que me ayudó en la tienda como hasta el medio día.
—Sanem, de verdad es importante. Te necesitamos. Te lo digo como tu jefe.
Me cruzo de brazos y entrecierro mis ojos.
Técnicamente no es mi jefe ya, pero no quería empezar a discutir con él de la nada cuando se veía de tan buen humor y por un momento parecía que todo volvía a la normalidad.
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El albatros y el fénix (Adaptación escrita pájaro soñador)
RomanceComedia Romántica basada en las diferentes vidas de sus protagonistas. Sanem una chica ingenua, divertida, espontánea que ama soñar despierta sobre su vida ideal. Además de ser un alma que ama la literatura y su sueño más grande es ser escritora. ...