Capítulo 12. Verdades a medias.

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Can.

Observo un poco extrañado el complejo donde se supone estaba el sujeto que había subido las fotografías.

Hay una reja y escaleras hacia abajo, las cuales sigo.

Alcanzo a escuchar murmullos pero a medida que avanzo las voces se hacen más fuertes y es justo entonces cuando escucho a Sanem decir:

Le diré toda la verdad al señor Can.

Sin decir palabra alguna camino decidido y veo a un tipo desconocido detrás de ellos. Sanem está frente a mi hermano, pero ella luce molesta.

Ambos voltean al mismo tiempo y veo el pequeño reflejo de sorpresa de mi hermano Emre, mientras que Sanem tiene los ojos llorosos y da un paso hacia atrás.

Yo camino entre ellos colocándome un tanto detrás de Emre. Nadie dice nada y mi paciencia comienza a acabarse.

—Señor Can... —comienza a hablar ella.

—¿Qué es lo que tienes que decirme Sanem?

—Señor Can, éste hombre...—comienza a explicar ella pero en un movimiento rápido Emre se coloca frente a mi tomándome por los brazos.

—Debemos llamar a la policía —interrumpe Emre —Manejemos esto bien.

—Usted debe saber que... —dice Sanem con voz quebrada y tiene mi atención. Mi hermano aprieta su agarre y todo ocurre muy rápido.

Apenas consigue abrir los labios Sanem para decir algo, cuando el sujeto pasa aventándola a un lado haciendo que ella se golpeé en el filo de la pared mientras él escapa.

—¡Sanem! —digo preocupado agachándome a su lado —Sanem —insisto una vez más pero está inconsciente.

La tomo entre mis brazos y la coloco sobre el sofá. Las manos me tiemblan, el corazón me late rápidamente pero sobre todo siento impotencia de que le hayan hecho esto.

Poco me importa entre lo que está bien o mal. Camino hacia la cocina, tomo una servilleta y coloco unos hielos sobre ésta. Me acerco a Sanem y pongo suavemente sobre el golpe la compresa improvisada que he hecho. Ella se queja ligeramente y abre los ojos poco a poco.

—Sanem, ¿Te encuentras bien? —digo preocupado

—Sí —se reincorpora y se sienta lentamente —No es nada grave.

—¿De verdad? —pregunto con preocupación  y ella asiente. Abro mis brazos y ella sin dudar se acerca y me abraza escondiendo su rostro sobre mi hombro.

Procuro no moverme mucho para evitar el golpe que se ha dado y mientras la sostengo con uno de mis brazos, mi otra mano está apoyada sobre su cabeza.

—Realmente me asusté —le confieso —Siento mucho que te haya pasado esto por mi culpa.

—¿Dónde está el señor Emre? —pregunta ella aún abrazada a mí.

—Fue tras el sujeto —acaricio suavemente su espalda 

—Señor Can —me separo de ella para mirarla —Yo quería decirle que...

—¡Vamos, entra! —Grita mi hermano.

Avienta al sujeto y se desbalancea de no ser por la pared próxima. Y tan sólo de verlo mi ira se vuelve fuego por mis venas.

Furioso, camino hacia él y lo tomo por el cuello de la playera.

—¿¡Qué diablos estabas pensando!? —le grito —¡Casi matas a Sanem!

—Can, tranquilízate.

El albatros y el fénix (Adaptación escrita pájaro soñador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora