Capítulo 19. Albatros al acecho.

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Can.

A veces estar con Sanem me daba la sensación de que era el sueño más hermoso de mi vida y que en cualquier momento desaparecería o se desvanecería.

Después de revelar que era albatros, insistió en que quería estar sola.

No quería dejarla sola. No sé. Podría escaparse, no volver a hablar conmigo, renunciar a su trabajo... me pasaron miles de los peores escenarios pero al ver su sonrisa y emoción, yo estaba equivocado y le daría su espacio.

Apenas se fue, cerré el teatro y sentí como si me hubiera liberado y al igual que Sanem, no podía contener mi felicidad. 

Había una sola persona a la que podía contarle y ese era mi padre. Él supo que no se trataba de Paulene cuando le dije que eso que no había encontrado en ningun lado, al fin lo había encontrado en Estambul, y más que nunca estaba agradecido de que él me obligara a tomar su trabajo, de otra forma, jamás hubiera conocido a Sanem.

Nunca había estado tan feliz y enamorado como lo estoy ahora. Es un sentimiento completamente nuevo. Pensé que sería abrumador, una atadura. Pero me siento más libre, incluso más libre de lo que estuve con Paulene.

Al llegar a casa me invadió un sentimiento de tristeza al ver la nota que me había dejado. Paulene había organizado su cumpleaños. Sé que muchas veces le dije que no había vuelta atrás pero traté de hacerlo de la mejor manera para no lastimarla. 

Haberme ido sin decir nada, de su fiesta, debió ser lo peor para ella.

La llamé por teléfono para disculparme, pero nunca contestó. Así que fuí a la cocina y casi olvidaba las terribles albondigas de carne tártara que me hizo Sanem. Pero sólo por el hecho de que se esmeró en saber hacer uno de mis platillos favoritos —pese a que es una terrible cocinera— el sabor de estas albondigas, son algo que tampoco olvidaré en la vida.

Sanem.

Diría que si esto es un sueño, nadie me despierte pero ¡es real!

Yo me encontraba en una nube directa hacia la luna. 

No hay palabras para describir la euforia, felicidad y amor que siento ahora mismo. Es tanto que no cabe en mi pecho. El revoloteo de mariposas en mi estómago no se ha desvanecido y tengo ganas de correr a casa del señor Can —bueno, Can— y abrazarlo, pero no. No haría eso. 

Si el mundo entendiera lo perfecto que es esto. Saber que albatros es el señor Can es lo mejor que me ha pasado en la vida —claro, además de esos besos en el balcón.

Llamé a Osman y a Ayhan a una cafetería cercana de casa, quería contarles. Pero sólo llegó Osman.

Lo malo de los hombres es que ven problemas. Había algo acerca de nosotras las chicas que nos emocionaba hablar del chico que nos gustaba, de las citas, un beso romántico, los detalles, el tiempo, lo que sentimos... en cambio un hombre parece insensible. Excepto mi albatros.

Esperamos a Ayhan por mucho tiempo pero nunca llegó y lo poco que pude hablar con Osmán me trajo de golpe a la realidad con algo muy cierto. Le había mentido al señor Can, cuando sepa que yo estuve ayudando al señor Emre, lo del pago, y que solo he dicho mentira tras mentira, posiblemente no quiera saber de mí.

No quería preocuparme por eso ahora mismo, sino disfrutar del momento.

Al llegar a casa saludé a mis padres y les dije que estaba muy cansada —para evitar que me preguntaran cosas—, me di un baño pero ni eso pudo tranquilizarme, aún sentía sus labios besando los míos.

Esto tenía que escribirlo para mi próximo libro. Fui hasta mi escritorio, tomé mi libreta y la pluma que me había regalado él.

"El señor Can es albatros. Escribo esto con la pluma que me regaló él, y su apellido es Divit. Qué romántico".

El albatros y el fénix (Adaptación escrita pájaro soñador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora