Capítulo 26. Perfume

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Sanem.

Supongo que estaba tan cansada que caí rendida anoche. Lo que no me esperé es tener a todos en mi habitación y a mi madre poniéndome el regaño del siglo.

Por supuesto que si te levantas de esa manera tan alocada y abrupta no sabes qué hacer.

El problema era que había un rumor extraño en el vecindario de algún delincuente o mafioso. No sé de dónde lo sacaron, incluso decían que Osman estaba amenazado de muerte y algo sobre mí.

Tanto Osman y yo les aseguramos que no había nada de eso y que podían estar tranquilos.

Me di una ducha y me apresuré a ir al trabajo.

En la parada del camión, el señor Fabri pasó y me dijo que subiera. Realmente no quería causar molestias pero él me aseguró que su empresa estaba de camino a la agencia y que podría llevarme al trabajo.

—Señorita Sanem, anoche me quedé pensando mucho lo que me dijo y tengo otra oferta que hacerle —dice repentinamente.

—Señor Fabri, de verdad le agradezco el interés pero ...

—Sanem, primero escúcheme y después toma una decisión —dice con voz simpática —Entiendo que la situación de la empresa sea delicada. Y mi propuesta es ayudar a la empresa, yo me haría cargo de todo, la deuda, los problemas y a cambio me sede los derechos de su perfume.

La oferta era más que tentadora. La agencia podría salvarse, todos preservarían su trabajo y Can no tedría que preocuparse más pero, de nuevo es a cambio de mi perfume. No puedo hacer eso, no mi perfume.

—Señor Fabri, me agrada su propuesta —digo más animada —Pero ¿Qué le parece si en lugar de esa fragancia le doy otra? Una fórmula mejorada, sé que puedo hacer otra fragancia tan buena como la mía. Se lo aseguro.

El señor Fabri se queda pensativo y hace una mueca de desaprobación.

—No dudo que no pueda hacerlo, es sólo que realmente me gusta su perfume. Pero lo pensaré —dice asintiendo y me regala una sonrisa —Le digo mi decisión más tarde. ¿Le parece?

Me limito a sonreír y decirle que sí aunque por dentro estoy dando mil brinquitos de felicidad.

Falta que acepte pero el hecho de que lo considere ya es una ventaja. De ser así, casi puedo imaginarme a Can diciendo que la empresa está bien y verlo un poco más tranquilo.

Al llegar a la agencia, me percato que todos están ocupados recibiendo llamadas, revisando portafolios y haciendo llamadas.

Pese a que soy redactora, en este momento no hay algo más que pueda hacer más que ayudarles a mis compañeros —ciertamente estoy más al pendiente de mi teléfono para recibir la llamada del señor Fabri, tengo una corazonada que él puede salvarnos.

Preparo un té y voy a la oficina de Can. Para este momento,él ya debió leer la carta que le dejé anoche. 

Me encamino a la oficina de Can y toco la puerta de cristal. Veo que está con Deren y sin que él me de permiso entro y dejo el té frente a él. Quiero decirle que hay una posible solución pero el hecho de que me evada con la mirada y que mi carta esté exactamente en el mismo lugar en el que la dejé, me detiene a decir algo, además de que Deren me apresuré  a salir de la oficina.

¿Será que se está tomando su tiempo? Lo comprendo, también la situación de la empresa no es nada alentadora y sé que en este momento, sólo se preocupará por encontrar una solución al problema con la agencia.

Regreso al área común con mis compañeros y me ofrezco a ayudarles en lo que pueda. No mucho después llega la señorita Aylin anunciando que sólo vendría por sus cosas. Finalmente la colaboración al lado de ella se había terminado y también dejaría la empresa porque ahora sí, no le conviene que la vinculen. Sin embargo, lo que me sorprende es que cuando entra al cubículo del señor Emre ella sostiene una carpeta roja. Es esa carpeta roja. Y no entiendo cómo es que la tiene ella. 

El albatros y el fénix (Adaptación escrita pájaro soñador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora