- Epílogo -

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"La voy a matar... La voy a matar y se acabarán todos mis problemas" Mascullaba la mujer entre dientes.

Mia acababa de salir del taxi y corría hacia la entrada trasera de aquel local de mala muerte, llegó a la puerta, ni siquiera había un portero regulando la entrada pidiendo identificaciones.

Mia bufó y entró al local, en cuanto puso un pie dentro el olor a sudor y a cigarrillo inundó sus fosas nasales haciéndola poner cara de asco, aun así, continuó avanzando entre los cuerpos de la gente que se movía caóticamente a su alrededor al ritmo de una música electrónica que le estaba taladrando sus oídos. Entonces la vio.

Su hermana Abigaíl de tan solo dieciséis años estaba sentada en un sofá con un joven muy interesado en ella que besaba su cuello mientras la joven reía. Mia vio como la mano de aquel chico empezaba a subir peligrosamente hacia uno de sus pechos, pero llegó justo a tiempo tomando al joven por la parte trasera de su camiseta y tirando de él con fuerza.

"¿Qué coño crees que estás haciendo?".

Mia trató de contener sus impulsos y no pegarle un puñetazo "¿Cuántos años tienes?"

"¿Y a ti que te importa?" Dijo el chico empujando el brazo de Mia que todavía sujetaba su camiseta.

"A menos que tengas dieciséis como mi hermana" Dijo Mia señalando a Abigaíl "Creo que deberías salir de aquí antes de que llame a la policía".

Los ojos de el joven, que definitivamente tenía más o menos dieciocho años, probablemente más de veinte, se abrieron por la sorpresa y momentos después ya había desaparecido.

Mia se agachó delante de su hermana para estudiar su rostro, estaba completamente borracha y su pintalabios estaba algo corrido.

"Miaaaaaa, mi salvadoraaaaaaa" Dijo lanzando sus brazos al cuello de su hermana mayor para abrazarla.

Mia suspiró, dejó que la abrazase durante unos instantes antes de separarla y poner ambas manos en las mejillas de su hermana "Vamos a la casa".

Abigaíl simplemente asintió y dejó que su hermana la llevara hacia fuera del local.

Abigaíl Ramírez-Ojeda se parecía mucho a su madre Yuri, a excepción de su piel, que se parecía más a la de Valeria. Mia, por su lado, había sido una fotocopia de su madre Valeria toda su infancia, pero con los años el parecido se había vuelto más sutil, su piel era más clara pero su mirada era la misma.

Con sus diez años de diferencia, Mia ya tenía una vida asentada, desde hacía dos años vivía independizada y había estudiado ingeniería marina, combinando sus dos pasiones, los peces y la empresa familiar. Trabajaba en el departamento de desarrollo de Ojeda Technologies y ayudaba con la creación de nuevas tecnologías marinas, en concreto, para limpiar los mares y océanos de las enormes cantidades de basura.

Abigaíl en cambio, estaba pasando por una época difícil, su adolescencia no se estaba pareciendo en nada a la de su hermana. Abigaíl se estaba revelando y volviendo locas a sus madres, pero el problema era que esta no era la primera vez que Mia tenía que sacarla de un local o incluso de un a
departamento a altas horas de la madrugada completamente fuera de sí.

Por suerte, cuando las cosas se descontrolaban, la pequeña de las Ramírez-Ojeda tenía la decencia de llamar o enviarle un mensaje a su hermana mayor pidiendo ayuda, pero eso no evitaba que lo volviese a hacer en cuanto tenía la ocasión.

Mia suspiró y siguió avanzando por aquella calle de Nueva York con su hermana pegada a su costado tambaleándose ligeramente al caminar.

"Tienes que dejar de hacer esto, Abi" Dijo Mia con pesadez mientras buscaba un taxi con la mirada.

Secretos | Adaptación YuleriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora