Capítulo 13

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   Entonces volvió a ser enero, pero esta vez ya no tengo el corazón tan roto

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   Entonces volvió a ser enero, pero esta vez ya no tengo el corazón tan roto. Descubro a qué amigos cuidar, qué situaciones no volvería a tolerar y qué errores no volvería a cometer. Porque he aprendido la lección: él nunca tuvo en la cabeza quedarse conmigo. Lo perdono por no quererme demasiado. Y me perdono a mí por todas las ocasiones en las que me he fallado.

   Es agua pasada.

   Los tropiezos forman parte de la vida y asimismo son los únicos dotados de erudición. El mío fue permitir que la niña apasionada y caprichosa que llevo dentro se lanzara a los brazos de un muchacho que la ha dejado caer. Eventualmente, esa chiquilla ha cogido fuerzas para ponerse en pie y afrontar el camino con denuedo ahora que ha conocido otra perspectiva. Ha curtido su corazón, ya nada puede reabrir las viejas heridas (al menos eso quiere creer).

   Fueron palabras, fueron recuerdos; después solo una cicatriz. A veces punza, a veces escuece, pero es soportable.

   De haber estado completamente sola, es probable que la Alexandra que se cobija bajo la colcha siguiera llorando pesambrosa por un amor que ha tenido la habilidad especial para herirla. Incluso puedo mirar el lobo tallado que me regaló meses atrás sin desgarrarme la garganta por mis gritos ahogados. Puedo llevarlo colgado al cuello a modo de recordatorio, como si su cercanía me brindara fuerzas cuando la oscuridad se abre paso en mi interior.

   El aullido es la meridiana representación de un lobo que ahuyenta a sus enemigos. Eso hace también conmigo: espanta a los míos, que no son más que mi propia mente.

   Por ello, agradezco poseer el privilegio de tener no solo unos amigos inigualables, sino una hermana que me ha sostenido con sus manos mientras yo estaba destrozada. Bella, a quien jamás he dado explicaciones acerca de mi desconsuelo; pues ella ya me comprendía, ha sido capaz de crear encuentros armoniosos y cálidos en aquellos en los que yo solo era ruinas.

ᅳToc-toc, ¿hay alguien ahí?ᅳpregunta Dylan pegándome con su dedo índice en la frente.

ᅳ¡Aaau! ¡Imbécil!

   Respondo al ataque con un pellizco, pesco un espesor pequeño de piel y lo retuerzo deleitándome de los gemidos que emite. Suelto risas maquiavélicas que, de seguro, me hacen parecer una auténtica psicópata.

Historia Lobuna | Embry Call → REESCRIBIENDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora