Capitulo 17

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Bono.

Nunca me ha agradado Blaz, siempre me ha parecido que le encanta meterse dónde no lo llaman, pero odio la idea de él dando vueltas cerca de Ara, no me gustó para nada la forma en que la ve. Si fuera por mí nos iríamos hoy mismo de este edificio, quiero poner la mayor distancia entre ellos.

—¿Me vas a ayudar o solo vas a mirar?

No debería pincharla. Sé que no debería. Pero me siento como un niño enamorado que se burla de la chica que le gusta para llamar su atención. Y me gusta la forma en que se enciende el fuego en ella.

—No, creo que prefiero solo mirar—y a mí me gustan sus ojos sobre mí, pero no lo diré en voz alta—siempre me han parecido sexi los chefs.

—¡mierda!

—¿Estás bien?—Aunque Ara intenta parecer preocupada, la diversión es obvia en su voz.

—Solo es una pequeña quemadura, no es nada.

En cuestión de segundo la pequeña dictadora se encuentra a mi lado.

—A ver déjame ver.

Sujeta mi mano y examina la quemadura de mi mano con cuidado. Al tenerla a mi lado  puedo sentir su perfume llenando mis pulmones. Toda ella es una tentación desde sus labios rellenos, sus hermosos ojos  café, sus redondos y perfectos pechos.

—Podre bebe, le duele su manito—Ara acerca mi mano a sus labios y deja un beso—quieres que te pongamos una curita.

Y es en ese momento me doy cuenta de que ella se está burlando de mí. En cuanto retiro mi mano, ella estalla en una carcajada y su falta de preocupación me irrita.

—Si no estuvieras molestando nada de esto hubiera pasado.

—Ooh vamos, no te enojes, Bono es solo una pequeña quemadura.

No tienes idea de con quién estás jugando pequeña.

***

Mientras comemos no puedo evitar mirarla lo hermosa que es.

Se metió debajo de mi piel más rápido de lo que me siento cómodo admitiendo. Es inteligente, concentrada y un poco feroz. Y joder, esas largas pestañas y esos ojos color café siempre me han causado algo.

—¿Ya terminaste?—pregunta sin apartar la vista de su plato.

—Si ya estoy satisfecho.

—Si no me refería a eso—frunzo mi sello sin entender de que habla—te preguntaba si terminaste de observarme.

—La verdad que no, podría mirarte toda la vida—ella no esperaba para nada mi respuesta—en verdad eres hermosa.

—Gracias—las mejillas de Ara se tiñen de un hermoso rojo y cuando va a agarrar los cubiertos se caen.

Y me doy cuenta de que la pequeña dictadora está nerviosa.

Me levanté de mi lugar y me acerco despacio como un depredador cazando acechando a su presa.

Ella es mi pequeña presa.

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