capitulo 23

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Ara.

En el auto camino de vuelta al departamento se instala un tenso silencio. Ellos no me hablan porque creen que yo no debí saltar en los brazos de mi mejor amigo y yo estoy molesta por sus celos excesivos. Lo peor de todo es que Eros me amenazó con contarles a los demás como si yo hubiera cometido el peor de los crímenes.

—Ara—ignoro la voz de Izan cuando llegamos al departamento.

Milos me tiende la mano para ayudarme a bajar, pero también es ignorado. Me sorprendió mucho lo grosero que fue con Xavi, lo esperaba de cualquiera menos de él.

Cuando llegamos al edificio nos encontramos con nuestro vecino Blaz y creo que es el momento perfecto para darles a mis compatibles una pequeña lección.

—Señor Blaz—me acerco a mi vecino—¿Cómo está?—puedo sentir sus miradas clavadas en mi espalda—Hace mucho que no pasa a visitarme.

—Señorita Ara, siempre es un gusto verla—no sé si no ha visto a mis compatibles o ha decidido ignorarlos, pero de cualquier manera es perfecto.

Me acerco un poco más a él, cuándo quien creo que es Erik, sé clara la garganta llamando la atención de Blaz.

—Señores Schmidt no los había visto—se me escapa una pequeña risa—Señorita la dejo porque llegó tarde al trabajo, pero cuando quiera podemos tomarnos un café juntos.

—Siento hacerle perder el tiempo—saco mi teléfono de mis bolsillos—Pero me encantaría tomar un café con usted—Eros sujeta la mano donde tengo el celular impidiendo que sé lo dé a Blaz y le pida que agendé su número. Nuestro vecino parece darse cuenta, ya que mira mi mano y el agarre de Eros en ella.

Izan quien también es consciente de mis intenciones, habla—Ara será mejor que subamos al ascensor—el tono de su voz no permite replica.

Mientras Eros me arrastra al ascensor, Blaz vuelve a hablar—Señorita Ara.

—¿Sí?

—Hablar con usted nunca sería perder mi tiempo.

Antes de que pueda contestar, soy arrastrada dentro del ascensor y acorralada en las paredes de este por cuatro cuerpos. Mis compatibles parecen muy molestos, pero no pienso permitir que me intimidar, ellos se lo buscaron.

—¿No les dé lo más agradable?—mi tono de voz es tranquilo como si no me diera cuenta de toda la tensión que hay en estas cuatro paredes.

—Cariño, te recomiendo que no sigas jugando con nuestra paciencia—Erik pega su cuerpo al mío.

—¿Y por qué no?—lo desafío.

Su rostro se situó a solo unos centímetros del mío, ambos mirándonos fijamente, con el pecho agitado. Me escuecen los ojos y aspiro con dificultad.

Agarra mi nuca, inclinando mi cabeza hacia arriba y permitiendo que sus ojos recorrieran mi cara. Los cerró durante una fracción de segundo antes de abrirlos de golpe:

—A la mierda.

Luego pegó sus labios a los míos.
No hubo ningún picoteo suave, ninguna vacilación, solo dos fuerzas que chocaban. Era como si no pudiera soportar ni un segundo más sin saber lo que se siente al tener sus labios sobre mí. Como si su vida dependiera de ello.

Me quedé helada, con las manos pegadas a la pared detrás de mí, hasta que sentí el roce de sus dientes rodeando mi labio inferior, succionándolo hacia su boca. Y me derretí, amoldándome a él como la cera de una vela.

Le rodeé el cuello con los brazos, acercándolo aún más hasta que toda la mitad superior de su cuerpo cubrió el mío. Incliné mi boca, abriéndola para que su lengua se sumergiera en ella. Era una llama, puro fuego estelar venido del espacio, listo para explotar y llevarse la tierra conmigo. Clavé mis uñas en los músculos de sus hombros, ahogándome en la sensación de su lengua y sus labios carnosos.

AraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora