Un extraño pokémon ha despertado de un milenario sueño, iniciando la cuenta regresiva para
una batalla de la que dependerá el destino de todo ser vivo en la Tierra. Para evitarlo tendrá que despertar a sus doce hermanos. ¿Podrá lograrlo y encarar s...
— ¿Cómo es que...? ¿Pudiste...? ¿Saliste...? ¿Apareciste...? —tartamudeó Lorenzo muy desconcertado, mirando en todas direcciones nerviosamente pues no entendía lo que estaba ocurriendo.
— ¿Ah? —soltó el pokémon bastante extrañado y observando atentamente el comportamiento errático del hombre mayor, preguntándose para sus adentros a qué se debía. Enseguida, dirigió sus pálidos ojos hacia la ventana y estos brillaron, al parecer, con entendimiento —. ¡Ah, claro! Usted está intentando preguntarme: "¿Cómo es posible que haya salido de esa esfera negra?". ¿Me equivoco?
Todos asintieron de inmediato, curiosos por averiguar qué hacía aquel pokémon en esa esfera. Moonghost —como se hacía llamar— rió discretamente por los gestos plasmados en sus rostros y añadió:
— No es gran cosa. La esfera debía ser expuesta a la luz de la luna llena en su primera noche para quebrar los sellos y... ¡listo! Moonghost, su servidor, quedaba libre una vez más.
Moonghost les sonreía inocentemente, bastante satisfecho con la respuesta que acababa de dar, aunque sus oyentes se mantuvieron expectantes, creyendo que en cualquier momento añadiría algo más. Al cabo de un rato, se decepcionaron al caer en cuenta de que eso no pasaría.
El pokémon creía que con esa breve explicación respondía a todas sus dudas, incapaz de notar la estupefacción en sus rostros al estar más interesado en inspeccionar los relieves en el techo. No sería tarea sencilla obtener la información necesaria para entender lo que sucedía.
— ¿Pero qué hacías ahí dentro? —insistió Bianca bastante impaciente, colocándose las manos sobre las caderas en plan de "Me debes una explicación".
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— Sólo estaba durmiendo —respondió Moonghost distraídamente, mostrando poco interés e ignorando por completo la mirada asesina que le lanzó la joven —. Verán —suspiró —, es una historia muy larga y fastidiosa de contar, no quiero aburrirlos, en serio. Se supone que debía esperar ahí hasta el momento adecuado, que sería cuando Eve viniese a despertarme y... —se detuvo en seco de sopetón, acababa de notar que se le olvidaba una cosa y comenzó a lanzar miradas nerviosas a su alrededor, como buscando algo —. H-hablando de Eve —tartamudeó nerviosamente —, estaba por aquí, ¿cierto? Tiene que estar cerca, no puede haber desaparecido... ¿o sí? Sin ella yo no debería... ¿o sí? ¿Acaso eso se puede?
No hacía preguntas esperando a que las contestaran, hablaba para sí mismo atropellando las palabras y lucía bastante alterado, tanto que varias veces estuvo a poco de empezar a comerse las uñas. El resto intercambió miradas nerviosas, pues el otro pokémon —que por lo visto se llamaba Eve— aún seguía inconciente al pie de la ventana y nadie tenía el valor a decirle a Moonghost.
Mientras tanto, él continuaba hablando consigo mismo hasta que se detuvo, barriendo una vez más la habitación con la mirada, tan ansioso que se escuchaba su alterada respiración. De nuevo, no encontraba nada, al menos hasta que se le ocurrió la brillante idea de voltear, donde sus pálidos ojos encontraron al pokémon que yacía inconsciente bajo la ventana.