14. Nuevos enemigos

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Protegidos por la espesa maleza de un bosque, cercano a un campo popular entre entrenadores novatos, se encontraba un pequeño zorro de pelaje grisáceo encerrado en una minúscula jaula, temblando como hoja bajo la sombra humana que se proyectaba sobre su cárcel.

Una mujer de piel clara lo observaba atentamente con sus ojos color café mientras sus labios pintados de verde esmeralda formaban una maliciosa sonrisa, jugando distraídamente con un mechón de su llamativo cabello rosa cortado de manera extravagante.

— ¿Cuánto crees que nos paguen por este? —preguntó entre risas crueles, zarandeando la jaula hasta hacer chillar al zorro—. Jamás había visto un Eevee con este color de pelaje. Podríamos tener en nuestras manos una pequeña fortuna, ¿verdad?

— No lo sé, no está entre los pedidos pautados, luego buscaremos una cotización —le respondió un joven de cabellos grises alborotados. Sostenía una tabla electrónica, verificando información mientras se paseaba entre algunas jaulas, contando y asegurándose que todo estuviera en orden—. Aunque es bastante probable que obtengamos una buena cantidad; no sólo por el extraño color, también por ser hembra. Algún criador sin escrúpulos nos las arrancará de las manos para sacarle todas las crías que pueda y venderlas. O quizás algún coleccionista loco para jactarse de ello— añadió con naturalidad, ajeno al espanto que sus palabras provocaron en la aludida.

— Oh, bueno, me conformaré mientras paguen una buena suma de dinero —sentenció la voluptuosa joven con voz cantarina, dando una última patada a la jaula antes de acercarse a su compañero entre crueles risitas—. Somos tan buenos en nuestro trabajo, que si seguimos a este ritmo nos haremos millonarios muy pronto, ¿cierto, Zack? Aunque ya lo seríamos si no hubieses gastado tanto en adquirir nuevos equipos.

— ¿Cuántas veces debo repetirte que era un gasto necesario? —gruñó el hombre, dándole un manotón para que dejara de hacerle cosquillas en la oreja con sus uñas pintadas de negro—. Estoy harto de recordártelo una y otra vez, Lenore.

— ¡Oye, no te alteres tanto! —replicó ella, satisfecha por haberle hecho perder la paciencia tan fácilmente, siempre le había parecido divertido—. Lo del camión está bien, necesitábamos transporte y combina conmigo. Pero pienso que el resto de cachivaches están de más cuando tenemos una herramienta más eficiente y letal.

Sus ojos corrieron a fijarse en la figura del enorme insecto, similar a una mantis, que reposaba al pie de un árbol. Su cuerpo era de acero negro y brillante, siendo que algunas partes eran rojas como rubíes, y sus extremidades superiores acababan en enormes pinzas filosas que recordaban mucho a la cabeza de un Trapinch; se trataba de un Scizor. Abrió los ojos, revelando unos intensos globos carmesí, que se posaron con cierto desdén en Lenore.

— Lo dices como si arrebatarle la mascota a un niño fuera la gran cosa —espetó el insecto, su voz masculina tenía un tono firme y frío, aunque con un atisbo de picardía—. Ninguno de estos trabajos —agregó, señalando todas las jaulas desperdigadas cuyos ocupantes graznaban, aullaban o gruñían ferozmente cuando Zack se acercaba— me supuso un reto, es casi como un juego, pero sin diversión de lo absurdamente fácil que es. Así que no me utilices como argumento para tus estúpidos comentarios.

Lejos de asombrarse por un Scizor parlante, ambos jóvenes parecían estar más que acostumbrados a ello. Tenían un tiempo trabajando juntos como cazadores y contrabandistas, lo suficiente para aparecer recientemente entre los más buscados de Kanto y Johto.

— No sabes cuántas veces he deseado que no supieras hablar o que fueras más "normal" —señaló Lenore frunciendo levemente el ceño, notándose cierto reproche en su voz. Ella y el bicho no se llevaban muy bien, era culpa de aquel esperpento que tuviese que llevar una parte de su cabeza rapada; la otra la mantenía larga por dolor a cortarlo.

Pokémon EGN: Hoy es el fin del mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora