12 - Una danza lunar fuera de lugar

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La noche los atrapó en plena caminata por el bosque. El terreno escabroso no le permitió a Dyfir seguir utilizando su bicicleta, repitiéndose la incómoda situación experimentada en el Bosque Viridian, negándose rotundamente a dejarla tirada por más que intentaran disuadirla de pasar a buscarla luego; el vehículo era vital para ella, así que debían ayudarla a sortear matorrales, rocas, zanjas y raíces de gigantescos árboles.

Por suerte para el grupo, ese bosque no era tan denso y traicionero como el de Viridian, permitiendo que la tímida luz de la luna menguante les mostrara el camino y facilitando su labor al ejecutar la "Operación Salvando a la Bicicleta" —como Moonghost la había bautizado. A pesar de la tortuosa marcha, no tardaron tanto en llegar a una de las varias entradas a las famosas cuevas de Monte Luna.

Al sentir la fría brisa proveniente de la oscura cueva azotándoles las caras, Eve les pidió que esperaran un momento mientras decidía el siguiente paso a tomar, incapaz de ocultar que era presa de una profunda preocupación. Todos lo notaron, mas nadie quiso comentar nada al respecto, así que tomaron asiento en espera de instrucciones.

Permanecieron alrededor de una hora conversando, lanzándole impacientes miradas desde sus improvisados asientos a Eve, que observaba fijamente la oscura entrada intentando ubicar de dónde surgían las ondas de psiquis con exactitud. Se tardaba tanto que incluso Moonghost se le acercó para meterle prisa, pero ella atajó sus intenciones en el aire, diciéndole rápidamente que quería evitar entrar a la cueva a menos que fuera estrictamente necesario.

— Bueno... —suspiró Dyfir con aburrimiento para disimular un bostezo, observando detenidamente la pantalla de su Pokenav—. El profesor Oak cargó varios mapas de rutas y ciudades de Kanto aquí. Me dijo que archivó algunos mapas de estas cuevas, aunque me aconsejó que no me fiara demasiado de ellos, porque son muy viejos, que están incompletos y son poco confiables —agregó con desánimo, forzándose a dibujar una sonrisa optimista—. De todas maneras, creo que pueden ayudarnos en algo... trataré de ubicar esta entrada ahora mismo...

— Yo escucharía el consejo del profesor. Nos podemos perder con facilidad ahí dentro; tan sólo miren lo oscuro que está —comentó Flowar con preocupación, acercándose un poco a la cueva para inspeccionar, estremeciéndose al sentir nuevamente el gélido viento de las entrañas de la montaña rodearla por completo— ¡Qué aterrador! —farfulló con disgusto.

En ese preciso instante, Eve gruñó con tal frustración que los hizo ponerse de pie al tiro. La pokémon pateó el suelo, concentrándose en la pequeña nube de polvo que levantó para rehuir de las miradas que sabía estaban sobre ella, aumentando su estrés ante la situación con la que estaba lidiando.

— No me digas que tenemos que... —Moonghost miró bastante angustiado a su hermana, rogando que su actitud se debiera sólo a una equivocación.

— Sí. Tenemos que entrar a la cueva —Eve no le permitió terminar, sin apartar la mirada de la oscura entrada, tan renuente como los demás a sumergirse en las profundidades de la montaña.

— ¡Ni hablar! Esta es la idea menos brillante que jamás has tenido, está exageradamente oscuro ahí adentro, ¡nos perderemos! —chilló Flowar, mirando la cueva temblando de pánico, como si se tratara de las fauces de un lobo gigantesco.

La oscuridad es lo de menos. Dyfir tiene a su Typhlosion para darnos luz y calor con las llamas de su lomo —dijo Mewtwo rápidamente para tranquilizar a Flowar.

La hermana flor no notaba que su reacción afectaba a Eve, quien estaba haciendo un enorme esfuerzo por disimular su propia preocupación, cosa que lograba maravillosamente menos con el clon que era más suspicaz que el resto. Tales sutilezas eran su forma de ayudar sin parecer un pesado.

Pokémon EGN: Hoy es el fin del mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora