2. A la luz de la Luna

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El veloz pokémon volaba con gran destreza y agilidad entre las edificaciones de Altomare, maniobrando entre ellos sin mayores problemas, como si fuese algo cotidiano para él. Era algo increíble y digno de admirar, pero eso sólo desesperaba a sus perseguidores, a quienes les costaba darle alcance al verse obligados a serpentear entre los edificios. Al menos eran lo suficientemente rápidos para no perderlo de vista.

— ¡Será mejor que devuelvas eso! —gritó Bianca llena de rabia cuando Latias casi se estampaba contra el anuncio de una heladería, luego de que el ladronzuelo hiciera una pirueta elaborada para despistarlas.

Como respuesta a las exigencias de la joven, el pokémon se detuvo en seco y dio la vuelta a la vez que, con la gema en su frente, disparaba un rayo multicolor el cual Dyfir identificó inmediatamente como un Psicorrayo.

— ¡Maldición! —chilló Bianca sorprendida y advirtió rápidamente: — ¡Esquiven!

Latias pudo eludirlo con mucha facilidad dando una vuelta sobre sí misma. Por su parte, el Dragonite de Dyfir logró echarse a un lado y evadirlo, a pesar de que le había tomado más por sorpresa que a la pareja que iba delante.

Aún exaltados por lo cerca que estuvieron de ser impactados por el Psicorrayo, se reorganizaron rápidamente y buscaron al pokémon, dándose cuenta de que había aprovechado la conmoción para proseguir con su escape. Dyfir comenzó a sospechar que su verdadera intención no era acertarles, sino más bien distraerlos para ganar tiempo; no era nada estúpido.

— ¡Acelera, Dartiniant! —ordenó la joven entrenadora enérgicamente, decidida a no dejarle al ladrón salirse con la suya.

La Dragonite rugió con brío y agitó con más avidez sus alas, rebasando a Latias y a Bianca, que aún no lograban recuperar su velocidad después del ataque. Luego de esquivar algunos anuncios más, haciendo lo posible para evitar que el nervioso Lorenzo se cayera, volvieron a pisarle los talones al pokémon bandido. Afortunadamente, Bianca y Latias los alcanzaron pronto y entre ambos grupos mantenían al pokémon en la mira.

— Toma otro camino y tratemos de acorralarlo. Si continuamos persiguiéndolo de este modo jamás lo atraparemos —le sugirió Dyfir a Bianca, quien asintió y le indicó a su compañera que girara, desapareciendo en el estrecho pasillo que había entre dos casas. La entrenadora de blancos cabellos volvió a fijar sus ojos avellana en su objetivo frunciendo levemente el ceño, demostrando lo decidida que estaba al momento de lanzar su orden: — ¡Ambos, Rayo Hielo!

Shade se colocó frente a su entrenadora como pudo, y tanto él como Dartiniant liberaron unos rayos azulados de energía temblorosa; a simple vista se notaba el intenso frío que encerraban aquellos destellos tan hermosos, pues dejaban una estela de escarcha por donde pasaban.

El pokémon blanco volteó, percibiendo el peligro en el momento justo para poder esquivar los ataques, consiguiéndolo con una facilidad envidiable que hizo que la chica rechinara los dientes con rabia.

El ladronzuelo se detuvo y se aseguró de quedar cara a cara con la entrenadora, dibujando una sonrisa burlona y ganándose un ceño fruncido de ésta, quien aupó a Dartiniant a acelerar. Pero no iba a ser tan sencillo embestirlo; el pokémon volvió a disparar otro Psicorrayo en respuesta a su osadía.

— ¡Cuidado! —exclamó Dyfir desconcertada, percatándose al instante que aquella vez el pokémon tenía intenciones de dar en el blanco.

Dartiniant logró evadir el ataque con una de sus maniobras preferidas: una voltereta hacia atrás, aunque casi consiguió que sus jinetes cayeran al canal que estaba bajo su sombra, forzándola a disminuir la velocidad para que se aseguraran de nuevo sobre su lomo.

Pokémon EGN: Hoy es el fin del mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora