Capitulo 37

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Tres días.

Habian pasado tan solo tres días desde la batalla en el mundo de las sombras. Tres días que cada uno de los angeles, ya sea puro y oscuro, arriesgó su vida con tal de rescatar a dos de los suyos. Uno de ellos aun adolorido por las torturas que tuvo que aguantar, añadiéndole mas cicatrices a su cuerpo ya marcado, no que le importara en realidad, pero si importaba que tuviera nuevas pesadillas que lo atormentarían por un tiempo.

El otro...

Sungmin.

Desde que la mujer desconocida realizó el ritual, el pequeño rubio no despertaba, ni daba señal alguna de que hubiera dado resultado todo. Bueno, sin tomar en cuenta el subir y bajar de su pecho cada vez que respiraba. Pero eso no era suficiente para calmar los nervios de todos. Ni mucho menos de un angel oscuro, que no se había inmutado en lo mas minimo ni movido de su lado desde que regresaron a su hogar.

Todo había sido muy confuso. Había pasado todo muy rápido que no logró entender en lo mas minimo como fue que esa mujer pudo traer de vuelta al rubio, para luego desaparecer una vez el campo de luz que los rodeara desapareciera. Era extraño. No sabía nada de ella, y al parecer ella si sabia todo sobre él y del rubio. No tenia mucho sentido, y le gustaría recibir respuestas a todas las interrogantes que rondaban por su mente. Pero vendrían después. Ahora solo importaba que Sungmin despertara.

*Flashback*

Una vez que Sulli colocó el anillo sobre el pecho de Sungmin y volvió a concentrarse, la esfera de luz se formó de nuevo, envolviéndola a ella y a la pareja. No se escuchaba ningún sonido de afuera, ni siquiera los gritos de Kangin que trataba de protegerlos de algo que desconocia. Era como si todo sonido hubiera sido absorbido por la energía que los rodeaba, como si ese campo de luz fuera un mundo propio, orbitando en un eje singular, abasteciéndose de energía de todo lo que le rodea.

K. observaba todo con ojos muy abiertos. Si importarle lo cegadora que era la luz rodeándolos, no se atrevia a cerrar sus ojos. No quería perder de vista ni por un segundo a su rubio, quien se encontraba aun entre sus brazos, palido, sin color, sin vida. Pero había algo que hizo que ese pequeño rayo de esperanza dentro del corazón de K. latiera y comenzara a esparcirse por todo su ser.

La herida en el pecho del rubio, aquella hecha por la mano de su propio padre con la daga. Esa herida profunda, comenzaba a cerrar. La sangre había dejado de brotar hace ya un tiempo atraz, y los pliegues de piel separados comenzaban a unirse poco a poco, hasta que con un pequeño destello azul, cerró por completo dejando tras de si una pequeña citatriz rojiza.

Sulli no se inmutaba en lo mas minimo. Solo se concentraba en mantener un ritmo en su respiración mientras murmuraba palabras en un lenguaje desconocido para K. pero que al parecer daba resultado.

La piel del rubio dejaba atraz ese color palido, algo azulado de una persona sin vida, recuperando su tono blancusco con un pequeño tinte rojizo debido al calor emitido por la esfera de luz que los rodeaba. Se podía observar como sus mejillas también se coloreaban un poco, como sus parpados se movían un poco, como sus dedos temblaban como queriendo aferrarse a algo inxistente, pero sobre todo, aquello que hizo temblar a K. fue el subir y bajar de su pecho mientras tomaba bocanadas de aire como si hubiera estado bajo el agua por mucho tiempo sin respirar y ese retumbar a su alrededor badum badum badum... su corazón latiendo de nuevo.

K. no podía creerlo.

Sungmin... Su Minnie... vivía.

Con el corazón aun latiéndole rápidamente, y con manos temblorosas. K. levantó la mirada hacia aquella mujer desconocida pero extrañamente familiar, con la intención de agradecerle por todo. Pero cuando iba a pronunciar esas palabras que muy rara vez dice, se encontró con nada.

Legión de Ángeles. (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora