Capítulo 31: Dulce hogar

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Al despertar a la mañana siguiente, observé a Caleb durmiendo plácidamente a mi lado. Se veía tan tierno y calmado cubierto hasta a la cintura por su sábana, pero a la vez tenía un aire sensual debido a que su definida espalda desnuda cubierta por su hermoso y llamativo tatuaje acaparaba toda mi atención.

Esa vista me hizo recordar el momento que compartimos anoche...

Me hubiese gustado tanto que esa llamada nunca hubiese llegado...

Hubiese adorado saber qué sucedería después...

Cuando mi mente estaba a punto de tomar un rumbo ligeramente pecaminoso escuché que alguien tocaba la puerta, así que me apresuré a abrir.

—¿Zack? —emití, extrañada y abriendo ligeramente la puerta para esconderme detrás de esta, puesto que estaba poco presentable.

—Tu prima vino a buscarte —contestó sin más y luego se marchó.

Tan poco expresivo como de costumbre...

Contemplando la serena imagen de Caleb comencé a quitarme su camisa para ponerme mi vestido.

—Dios. Mío —articuló una voz procedente de la habitación.

—¡Caleb! —chillé al girarme y verlo con un ojo abierto, mirando atentamente mi cuerpo prácticamente desprovisto de ropa.

—No te cubras —me pidió con una sonrisa pervertida cuando coloqué su camisa sobre mis pechos.

—Pensé que estabas dormido —repliqué, totalmente sonrojada.

—Lo estaba... Hasta que despertaste... Y como sabía que no te irías con mi camisa... —dejó suspendida la frase mientras me enfocaba como si sus ojos fueran a liberar rayos láser y destruir la escasa tela que me protegía.

—Eres un pervertido —sentencié.

—Jamás lo negué —declaró, apoyando su cabeza en su mano y su codo en la cama, expectante.

—No te acomodes mucho. Iré al baño a cambiarme —anuncié, dando media vuelta.

—La verdad es que esta vista también me gusta —emitió de repente y fue entonces cuando me percaté de que acababa de mostrarle mi trasero cubierto solo por mis bragas.

Qué grande eres.

—¡Caleb! —exclamé y su sonrisa se ensanchó.

—¿Por qué te cubres? —se mostró confundido y a la vez divertido.

—No es el momento para esto... —rebatí, esquiva.

—¿Acaso piensas que no me gustará lo que hay ahí debajo? —preguntó, poniéndose en pie y acercándose a mí para arrinconarme contra el armario mientras me miraba desde su altura, lo cual me pareció ligeramente intimidante, pero a la vez un poco... excitante.

—Yo... —balbuceé cuando Caleb colocó sus manos a ambos lados de mi cara, acorralándome por completo. Eso unido al hecho de que estaba prácticamente desnuda frente a él estaba provocando que mis latidos se dispararan sin control.

—Si es así, te equivocas —afirmó—. No tienes motivo alguno para sentirte insegura frente a mí. Me encanta cada centímetro de tu ser —aseguró, observando mi cuerpo con devoción, lo cual me hizo tragar saliva con fuerza. Su mirada en estos momentos me ponía muy nerviosa.

—Ya debo irme, Caleb... —intenté evitarlo, haciendo un ademán para marcharme, pero él me lo impidió sosteniendo mis hombros para retenerme contra el armario.

—Lo digo en serio, Bel... Tal vez tú no eres consciente de todo lo que despiertas en mí... —dijo, sosteniendo mi mirada—, pero créeme cuando te digo que me gustas mucho y por eso yo... te deseo... —confesó, colocando su frente sobre la mía mientras cerraba sus ojos y agudizaba su agarre en mis hombros, como si estuviera intentando contenerse—. Te deseo tanto... —agregó, tragando en seco—. Me hubiera gustado que la llamada de ayer no hubiese sucedido... —comentó con una pequeña sonrisa al retroceder un paso.

BÉLGICA [R1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora