"La paz sea con vosotros
Alma divina
Despierta de nuevo
En el paraíso
Coronado de gloria
No temas mas
La miseria del invierno
O la guerra que se avecina
Gloria regali
Paz y entendimiento
Por siempre puedes reinar"
Gloria Regali - Tommee Profitt
Sleza necesitaba la sangre de Nao de forma urgente, no podría sobrevivir más de la mitad de medio año sin consumir de forma frecuente dos o tres corazones de sórdidos más la sangre de Irad, a la larga solo necesitaría más y más alimento, y cuando ni uno ni otro sea suficiente sufriría una hambruna punzante e insoportable para después sucumbir a la muerte nuevamente.
La Mara había nacido en Rusia, alrededor del año 1547, hija menor de una familia sin mucho que ofrecer, al momento de nacer sorprendió por su blanca y sobre natural piel, todos pronosticaban que no sobreviviría por mucho tiempo, había nacido con un peso menor al normal, dificultades para respirar, su madre la mantenía a su lado todo el tiempo, pero ni su calidez corporal podía entibiar el pequeño cuerpo de su vástago, apenas y se escuchaba un quejido o sollozo, en la noche era dolioso escuchar su lastimera respiración, hasta que aquella joven madre cerró los ojos para descansar tras un laborioso parto su hija murió, esa noche era fría, un infierno de bajas temperaturas, la madre se enteró horas más tarde en cuando la molestia la levantó, no pudo soportar esa pérdida, su esposo para deshacerse de ese pesar al menos por un poco, enterró el cuerpo lejos en el bosque, bajo la nieve yacía una cuna para la niña que no pudo vivir por más tiempo. Este tipo de tragedias atraía en masa a los Caóticos, a los demonios de la oscuridad, que revoloteaban como buitres olfateando la carroña, y era extraño ver que ninguno de ellos se asomaba o era seducido por una muerte tan fresca.
La noche en que Sleza murió, un Caótico de nombre Sio, –como muchos otros alrededor del mundo que hacían lo mismo– se apiadó de la pobre niña que había llegado simplemente para sufrir el trauma de nacer, ni si quiera vivir un día completo o sentir el calor del pecho de su madre. Sio se vio compungido, sacó de la nieve el cadáver, la arrulló como si la vida aún se mostrase en ella, tarareando una canción de cuna, con una tierna y afligida voz, le tocó el pecho, justo por encima del corazón, un pequeño brillo brotó de él, se adentró en el pecho del bebé, Sio la recostó delicadamente en la cuna que su padre había creado, el cuerpo se transformó en una monstruosa masa de carne blanquecina, luego de aquella metamorfosis tomó una forma similar a una crisálida, de ella salió el cuerpo de una mujer joven con aspecto angelical.
–Levántate y vive la vida que no habrías podido tener de no ser por mí. –Sio se desvaneció en la sombra de los árboles inundados con la luz lunar, Sleza había abierto los ojos, brillantes como el fuego. Su primer recuerdo, el bosque nevado, el infernal frío y lágrimas recorriendo su rostro, de ahí su nombre "Sleza" "Una lágrima" "Слеза"
Años posteriores, los sangre de Caín habrían escuchado de rumores de un bosque boreal al este, acechaba una peligrosa criatura que bebía la sangre de los mortales como un hombre bebería vino en una fiesta, Enoch como rey, debía asegurarse de que todo vampiro estuviese bajo control, para evitar llamar la atención, y como no tenía mucho que hacer viajó por sí mismo hasta los confines de Rusia en busca de aquel sórdido fuera de sí, acompañado de su primogénito, el príncipe Irad. Adentrados en una taiga, en cacería de aquel vampiro desviado, la encontraron, Sleza viviendo como salvaje, devorando tanto animales como humanos, –a Enoch le dio la imagen de un wendigo, puesto que había escuchado historias de los colonos ingleses, podía imaginarse a esta criatura como Sleza– El rey estaba dispuesto a darle fin a la Mara, pero Irad había sido cautivado por su belleza y ferocidad.
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La cuarta Diosa
FantasiaMisteriosos asesinatos rituales aparecen alrededor del mundo, evidencia que podría poner en peligro al mundo oculto, exponerlos ante la humanidad, el Trono de la Luna tiene que evitar esto, pero las bestias desean dejar de esconderse, el precio de e...