20. Que comience el juego

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                                          Jamás creí que este capítulo iba a ser largo, es más + de lo que creí.

                           Que comience el juego
      | Adara |

Me siento sola, en gran cantidad.

Desde todo lo que sucedió hace tres días, no sabía cómo iba a seguir.

No podía fingir que mi hermano y Evelyn no existían, tengo que convivir con Finn toda mi vida, pero la bolsa que cargo no se descargará de la noche a la mañana.

Evelyn no paraba de textearme, hasta hoy en día, pero ni por puta gana le respondería, tenía asegurado de que iba a bloquearla, pero realicé que no lograría nada, o tal vez si, que dejara de escribirme.

Por el amor de Dios. Todo esto parece que está escrito.

Finn tocó la puerta de mi habitación cincuenta veces en estos tres putos días, ¿pero qué fue lo que hice? Desperdiciar cada mierda de sus palabras.

Que se jodan juntos. Me toman por broma.

Pero...

¿Qué hago yo pensando en esas idioteces delante de la puerta de entrada de Oliver?

No tengo la menor idea.

Toco timbre para esperar respuesta así me dan el paso de entrar.

Una mujer de cabello negro atado en una cola alta me abre, respetuosamente.

—Buenas tardes. ¿En qué la podría ayudar?

Tragué grueso. Ni mierda sé que hago aquí —. Busco a Oliver.

—¿De parte de quién?

Jamás creí que iba a decirlo, sabía que me arrepentiría el resto de mi vida, pero lo único que salió de mi boca fue...

—De su novia, Adara.

¿Es enserio? ¿Lo dije? ¿De dónde salió eso de mi?

Me pego millones de bofeteadas mentales.

La chica sigue con el mismo rostro que antes, representando a la nada —. En minutos vuelvo. —Seguido, me cierra la puerta, amablemente.

¿Por qué? ¿Por qué tuve que abrir mi puta boca? Lo dije, ¿de verdad? Mi nombre desde ahora no es Adara, mi nombre es peón de Oliver.

Daba vueltas y vueltas en el lugar hasta que la mujer volviera, parecían años pero de seguro, eran minutos.

Hasta que regresa, con una sonrisa invadiendo su rostro y yo dejo de moverme como idiota.

—Te espera en la sala de juegos.

La miro desentendida. ¿Sala de juegos? No recuerdo absolutamente ninguna de las habitaciones de aquí.

La chica parece entender mi cara de confundida —. Oh, tranquila, al fondo, la quinta puerta. Adelante. —Se echa a un lado para que me translade hacia donde me indica.

—Gracias —agradezco y obedezco.

Mientras camino, la elegancia de los olores florales de aquí me sorprenden. No era lo mismo ver esta mansión por dentro repleto de gente y verla nuevamente, pero vacía.

Siento que algo toca mis tenis.

Es un perro lamiéndolos.

La ternura se ve por mis ojos.

Es un Cooker spaniel inglés, muy pequeño, parece que tiene unos meses.

Me agacho, acaricio su melena y su diminuta cabeza con una gran sonrisa en mis labios.

Amor entre mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora