La pregunta inesperada
| Adara |San Diego, Museo del Arte.
Las exposiciones de todo el mundo son preciosas.
Me encuentro sola.
Observando cada detalle de aquí lentamente.
Seguro algunos se preguntan: ¿Qué haces en un puto museo sola, Adara?
No tengo ni puta idea, pero adoro ir a museos.
Tal vez necesito tiempo para mi, y este es un momento adecuado.
Hay pinturas del sur de Asia, pinturas estadounidenses, esculturas, y más cosas.
No hay muchas personas, el silencio era absoluto. Nadie invade a nadie.
Tal vez no está llenado de multitudes por la hora en la que nos ubicamos.
2pm.
Demasiado temprano para mi gusto.
Hay anónimos que creen que es aburrido venir a este tipo de lugares.
En mi caso no, está todo silencioso y vacío.
Perfecto para un buen ambiente.
Mientras camino lentamente para ir a la siguiente exhibición, siento como alguien me toca el hombro sutilmente.
Me doy la media vuelta confundida. —¿Pero qué diablos haces aquí? —Grito tan fuerte que quien estaba delante de mi tuvo que usar sus dos manos para callarme.
Sentir sus manos sobre mi boca, me generan escalofríos. Y me hace dejar de pensar en todo por un segundo. Mis ojos fijos en los suyos.
¿Por qué carajos está Oliver aquí, en un museo de artes?
Esa fragancia que tanto me gusta, llevándome a la locura nuevamente.
No puedo comprenderlo.
Sacudo mi cabeza.
—¿Podrías bajar el volumen de tu voz? —Saca sus manos de mi boca—. Lo principal, buenas tardes. —Se peina el cabello.
Ese hermoso pelo negro...
—¿Qué mierda haces aquí, Oliver?
—Te seguí.
No me esperaba esa respuesta ni de coña.
—¿Me seguiste? —Abro demasiados los ojos que se pueden ver la confusión en ellos.
Se encoge de hombros. —Sí. ¿Qué tiene de malo?
¿Y lo pregunta así, cómo...si nada?
—No vuelvas a hacerlo. —Le doy la espalda y me translado hacia otra sala con otra exhibición, rápidamente, enfurecida.
—¿Por qué no? —oigo detrás de mi.
Me está siguiendo.
—Porque no —respondo sin dejar de caminar.
—Que respuesta más madura de tu parte.
—Mejor que haber seguido a alguien, segurísimo. —Me cruzo de brazos y me freno delante de una hermosa pintura.
Se ve muy antigua.
—¿No me vas a preguntar por qué lo hice? —Se posiciona detrás de mi, con muy poca distancia.
Me doy la media vuelta bruscamente con mis brazos a los costados —. Sí. —Ladeo la cabeza—. ¿Por qué?
—Si sigues gritando como una desquiciada, terminarán echándote de este lugar. Así que te recomiendo,—susurra—, que cierres esa bonita boca.
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Amor entre mentiras
RomansaAdara Dickson; es una simple chica de diecisiete años, vive con su hermano, Finn Dickson, y su madre, Samantha Dickson en San Diego, California. El padre de los adolescentes los había abandonado a muy temprana edad. Tiene demasiada confianza con su...