| Adara |
Mientras caminamos, aprecio este día hermoso junto a su preciosa vista. El aire se siente suave y reconfortante.
En este momento, me encuentro en paz absoluta con la naturaleza que me rodea.
Lamento decir que Evander y yo aún seguimos con los uniformes deportivos de la escuela, y eso delata nuestra edad, porque las personas sabrán que seguimos en el instituto, aunque nadie prestará atención.
Él y yo no decimos nada durante todo el camino, y eso no es incómodo, es todo lo contrario; es agradable que sea así. Ambos caminamos juntos sin tener que decir una sola palabra.
Sigo sin entender a dónde vamos y si hice bien en irme.
—Ya estamos por llegar —avisa con las manos en sus bolsillos.
Mi cabello suelto pegado a los costados de mi cara no me dejar ver más que eso.
—¿Si? —arrugo los ojos.
—Sí —afirma—. ¿Te animas a que te cubra los ojos?
Río sin creer lo que está diciendo —. ¿Lo dices en serio?
Me permito mirarlo y él hace lo mismo.
—¿En qué momento estaba bromeando? —con cara inexpresiva.
Trago grueso —. Ah, si es enserio —. reconfirmo.
—Excepto que no quieras. —Se encoge de hombros.
—¡No! —alerto—. Es decir. Sí, si quiero.
—¿Si quieres? —me ataca sin dejar de caminar.
—Sí, si quiero —repito inocente.
Bufa —. Ya lo sabía.
—Eres un idiota, ¿eso también lo sabías? —Me cruzo de brazos.
—Me lo dice la gente fastidiosa como tú.
Abro la boca ofendida —. ¿Fastidiosa?
—Sí, no eres más que una Tinker Bell fastidiosa —sonríe.
—Y tú no eres más que un...
—Claro, sí, bueno —interrumpe restándole importancia y se coloca detrás de mi—. ¿Más tarde discutimos?
—No estoy discutiendo —contraataco.
El me obliga a frenarme poniendo sus manos en mis hombros.
—Te taparé los ojos. Por favor, no te vuelvas loca cuando lo haga.
Sacudo la cabeza mordiendo mi labio inferior, y una sonrisa se posa en mis labios al sentir sus suaves manos en mis ojos.
—No veo nada —admito.
—No me digas —bromea.
Caminamos con cuidado, y solo puedo oír a mucha gente gritando: más niños sobre todo.
—Ya puedes quitar tus sucias manos de mis ojos —ordeno.
El sigue mis palabras y estoy obligada a pestañear varias veces por el impacto de la luz.
El parque de diversiones.
Una risa involuntaria sale de mi boca.
Me doy la media vuelta y noto que Evander no se está riendo.
—¿Algo más original? —río.
Evander encara una ceja.
—Estaba de chiste. —Trago con dificultad.
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Amor entre mentiras
RomansaAdara Dickson; es una simple chica de diecisiete años, vive con su hermano, Finn Dickson, y su madre, Samantha Dickson en San Diego, California. El padre de los adolescentes los había abandonado a muy temprana edad. Tiene demasiada confianza con su...