CAPITULO 4

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CAPITULO 4

El dolor se estaba dispersando, me sentía ligera pero dentro de mi cabeza me decía que no era del todo cierto.
Al abrir los ojos, un color azul fue lo que me hizo brincar del susto.
Ese color, esos ojos.
Mi mano soltó la suya en el momento en que me alejé pegando todo mi cuerpo hacia el respaldo de aquel sofá.

Joder, no.

Ahora mismo parecía un hamster paralizado sin saber para donde huir.

—Tranquila nena, toma...

Su mano me ofreció una taza humeante, seguramente es té.
Pero no me apatecía nada en estos momentos. Estaba asustada, confundida y quería irme de aquí.
Crei que no me volvería a encontrar a ese hombre. Al padre de mi hijo.
Por inercia y protección, llevé mi mano hacia mi estómago. Mis movimientos no pasaron desapercibidos ya que aquel hombre observó mi vientre, pero su sonrisa me confundió.

—No debiste huir de esa manera —continuó—. O al menos debiste dejar una nota con tu número, cualquier cosa para saber que volvería a encontrarte.

¿Él sabe quien soy yo? ¿No está molesto? ¿No me reprocha nada, o al menos tacharme como una mujer que se interesó solo por su físico?

—Yo...no...no se de que habla —mentí—. Creo que debería irme

—No —me detuvo—. Se quien eres Serena, y yo se perfectamente de lo que hablo. Solo toma el té cariño, y relájate un poco para poder hablar.

Negué.

—Debo irme

—Escucha por favor Serena. Debemos hablar, hay cosas que aclarar. —tomó mi mano—. Hay que hablar de lo que sucedió esa noche.

—No hay nada de que hablar. Ni siquiera se quien es usted.

Sonrió de lado acercándose peligrosamente a mí, tuve que retroceder mi cuerpo para no estar cerca pero fue inútil. Su rostro ya estaba pegado al mio, y mi estúpido corazón me delataba.

—Reconozco a la mujer que me cautivó en el instante en el que puse mis ojos en ella. Reconozco a la mujer que me invitó a integrarme a su grupo de amigos, Reconozco a la mujer que me invitó a bailar y en la que me hacia reír. Reconozco a la mujer que me besó —dicho eso, su pulgar acarició mi labio inferior—. Reconozco a la mujer que llevé a mi departamento. Y reconozco a la mujer que hice mía.

Lentamente su mano se deslizó por mis muslos, mi instinto fue cerrar mis piernas de forma inmediata pero las hormonas no hicieron caso a las advertencias que mi cerebro mandaba, así que perdí la compostura. Abrí de nuevo mis piernas dándole el acceso a que entrara con toda libertad, el querer sentir de nuevo sus caricias y que me hiciera de nuevo suya.

Estoy perdiendo la cabeza y cometiendo una completa locura.
Me recordé a mi misma, eso, y que lo vi besarse con una mujer pelirroja. Pero, ¿Por qué había dos de ellos? Tal vez me afectó demasiado volver a verlo que aluciné con verlo dos veces, aún así, esa escena del beso con aquella mujer no dejaba de reproducirse.

—No...

Coloqué mis manos sobre su pecho para empujarlo. Creo que no era la única con pensamientos sobre su cabeza, porque con un solo empujón, el hombre cayó de culo en la alfombra de este lujoso lugar.
Me miró desconcertado ante mi rechazo.

—Serena...

—Darien... —alguien entró a la oficina.

Abrí los ojos con sorpresa.
Hay dos de esos hombres aquí. Entonces no fue mi imaginación ni aluciné.
Mierda.

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