3. A ojos distintos

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Como si la anterior sonrisa hubiese sido obra de las alucinaciones de Emily, para cuando abrió los ojos tras un parpadeo ya no está más allí

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Como si la anterior sonrisa hubiese sido obra de las alucinaciones de Emily, para cuando abrió los ojos tras un parpadeo ya no está más allí. Jack acomodó sus cosas, pero no se sentó. A Emily la mirada intensa del hombre le hizo una cosquilla en la nuca.

—¿Qué? —se volteó rascándose en el cuello.

—Estás en mi asiento —informó él.

—No. Le dije a Noah que requería un asiento en la ventana.

Jack no hizo el intento de responder, solo le enseñó a Emily el boleto. Ella no supo qué decir cuando se percató de que sí, el boleto de Jack era el de la ventana.

—Entonces este es mi boleto —concluyó ella—. Debió comprar los dos asientos juntos y te dio por error el mío.

—Noah no fue quien los compró, él ni siquiera está en el país ya.

—Pero... —Emily desabrochó su cinturón y se puso a mirar al resto de los pasajeros. Tenía una teoría y no podía rendirse sin descartarla—. Allá. —Giró la cabeza de Jack para hacerlo mirar a una mujer que estaba sentándose junto a la ventana.

—Una chica, ajá.

—A ella yo la vi comprando su boleto recién hace rato.

—¿Y tu punto es...?

—Que está en un asiento junto a la ventana. Si Noah sabía que yo quería un asiento en la ventana, y al parecer tú también, porque no compró uno aquí y otro...

—¿Sabes qué? —irrumpió Jack. Emily odiaba que no le dejaran completar sus ideas, las otras personas creían que habían escuchado suficiente para entender, pero ¿y si no?—. Quédate allí, yo me siento en medio.

Emily volvió a colocarse el cinturón, pero no llegó a sentir totalmente su victoria. Era como si jugaran en el Monopoly y se rindieran sin dejarle la satisfacción de llevarlos a la bancarrota.

—Es lindo verte después de tantos años, por cierto —dijo Jack más como un reclamo, como si ella hubiese sido la grosera y no él.

Emily fingió no haber escuchado aquello y se puso los audífonos para cancelar el ruido. Ya que no podría dormir, al menos podía avanzar con lo de la boda. Por suerte no había guardado la tableta.

Ayer los novios se habían ido sin darle la oportunidad de preguntar el montón de cosas que ella necesitaba saber. En cuanto aterrizara, tendría que llamarlos. Abrió su documento «Preguntas para los novios» y anotó unas cuantas más. Ya iba por la número cincuenta y tres cuando escuchó una voz amortiguada a través de los cascos.

—Yo puedo ayudarte a responder eso —habló Jack. Se asomaba a su pantalla sin disimulo alguno.

—Preferiría hablar directamente con los novios —contestó Emily, irritada. No le gustaba que la gente viera sus cosas sin permiso.

Una boda a la derivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora