17. Seguir la receta

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Emily corrió de vuelta a la habitación para recuperar su carta

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Emily corrió de vuelta a la habitación para recuperar su carta.

Los pasillos parecían incluso más largos que cuando había tenido que rescatar el vestido de Mavis. Ahora sí había llegado el momento dónde todo el mundo empezaba a caminar a la boda, y a cada paso estaba a punto de tropezarse con algún pequeño que corría por allí, o al papá que le perseguía.

De repente, apareció Elías en escena.

—Señorita Moore, estaba a punto de ir a buscarla.

—Hola. Tengo que ir a mí... —La explicación de Emily se vio interrumpida.

—Lo siento, sé que ya no debería molestarle, pero es una emergencia.

Entonces Elías tomó su brazo, impidiéndole volver. La llevó hasta dónde sería la ceremonia, allí había un abogado que le pidió firmar unos papeles por seguridad. Emily tenía prisa, pero no iba a firmar sin leer. Para cuando Emily fue libre, los invitados ya estaban allí y la novia lo estaría en unos minutos más.

No importaba, podía leer la carta después de la ceremonia. O hablar con Jack. Sí, mejor eso.

Cuando se reunió con los demás invitados al pie de la tirolesa, pensó que, si le hubieran dicho hace dos semanas que una de sus bodas incluiría que la novia hiciera su entrada desde una tirolesa, no lo hubiera creído. Aquello había sido idea de Jack, pero a Mavis le había encantado.

Noah y Mavis creían que las cosas imperfectas eran mejores. Qué más daba si Mavis ensuciaba el vestido que solo usaría una vez en su vida, si se despeinaba a la entrada. Ya que su boda era un espectáculo en honor a su amor, debía ser uno bueno.

Los técnicos de la compañía modificaron el arnés de bajada de modo que pudieran descender dos personas al mismo tiempo. Noah llevaba una camisa blanca que se arrugó en el aire y unos pantalones claros y sueltos. Él salió primero, ambos gritaron de felicidad con todas sus fuerzas estando suspendidos en el aire. Se encontraron en la plataforma y Rosaline les ayudó a atarse para bajar como volando tomados de la mano.

Al descender, sus rostros se veían llenos de felicidad. Los invitados también parecían encantados, cuchicheando divertidos mientras tomaban asiento.

A Emily le hubiese gustado tomar ese momento de ajetreo para hablar con Jack, pero él era un padrino, no estaba ni cerca de ella. La que estaba cerca era Rosaline, que junto con Emily se habían colado como invitadas de último minuto y tenían un asiento hasta atrás.

La boda en sí, se hizo muy cerca de la tirolesa, con un tejado de una tela ligera con luces por encima, instalado para proteger a los invitados sin arruinar la experiencia. Las sillas eran de madera blanca. La decoración fue en gran parte salida de la flora natural de la isla, pero se apoyaron de algunas otras flores coloridas que destacaban entre el blanco en los novios y la arena.

Los votos se dijeron justo antes de que el sol comenzara a meterse bajo el agua. Se dieron el sí con el atardecer coloreando las nubes detrás de ellos. Y aunque Jack quería dejar las cosas al natural, Emily insistió en traer a un camarógrafo y un fotógrafo para documentar toda la boda y poder entregar a los novios un álbum.

Una boda a la derivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora