Epílogo

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Tres años más tarde, Emily obtuvo otro hito jamás pensado en su carrera: ceder la organización de no una, sino de dos bodas

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Tres años más tarde, Emily obtuvo otro hito jamás pensado en su carrera: ceder la organización de no una, sino de dos bodas. Al principio se negó, porque era Emily Moore, y ella jamás decía que no a un trabajo. Pero Jack y Michelle la habían obligado.

—No hay forma en que te deje encargarte de esto —sentenció Michelle con el semblante serio.

—Oye, sé que suena a una locura, pero he hecho cosas más difíciles. Como cuando...

—¿Cuándo planeaste la boda de tu ex en una isla en menos de una semana? —completó ella—. Si Emily, me sé la historia, pero mi respuesta sigue siendo la misma. Yo me encargo, ¿qué no confías en mí?

—Claro que confío, pero los novios querían que yo me encargara y...

—Emily, a ver. —Michelle se detuvo, tratando de entender por qué estaba peleando con su socia para que no trabajara en vacaciones—. Déjame entender. Quieres planear una boda para quinientas personas en un puto castillo —Emily asintió—, desde la distancia —Michelle decía cada cosa por separado, a ver si así le quedaba claro a esta chica lo ridículo que sonaba—, mientras estás de luna de miel.

—Exacto —concedió Emily. Por fin Michelle lo había entendido.

Michelle supo entonces, que Emily no había entendido nada.

—Mira Emily, sé que tienes el mismo rango que yo en este negocio, pero lo siento, estás de vacaciones, así que yo paso a ser la jefa aquí. Punto.

Después de abrir el sobre y ver la cantidad de dinero que Noah le había dado como bono por organizar su boda, Emily supo exactamente en qué quería invertirlo. Ese y el resto de sus ahorros. Pero ahora, su malagradecida socia no la dejaba trabajar.

—No es justo, si no hago algo en todo este mes, me voy a volver loca. Si no me ibas a dejar organizar otras bodas, al menos podías haberme dejado organizar la mía. Te estás quedando con todo lo bueno.

—Si —aceptó, Michelle—. Sé que tú sueles hacer lo de las bodas y yo lo de las graduaciones, pero este es un castillo, déjame está a mí. Necesito que Adam me haga fotos allí.

Emily entonces escuchó la voz de su prometido, saludando a los que se quedaron hasta tarde en la oficina. No tenía mucho tiempo ya.

—Okay, pero me dejas a mí la boda espiritual de los Marino. Nada de ponerme menos trabajo para disfrutar mi vida de casada o una cosa así.

—¿La de la cueva? Quédatela. Igual no la iban a querer Elías.

—Hecho.

Las chicas se tomaron de las manos. Pero luego a Michelle le ganó la emoción, dejó a un lado su profesionalismo y le dio un fuerte abrazo a su amiga.

—Estoy muy feliz por ti, Emily —susurró en medio del abrazo, pegada al hombro de la mujer—. Prometo que tu boda será la cosa más increíble que jamás has visto.

Una boda a la derivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora