11. El columpio

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Acostado en su cama contemplando el techo de la habitación, Jack se preguntó si aquel intento de beso era obra de la Emi real o de la que estaba un poco achispada por la cerveza

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Acostado en su cama contemplando el techo de la habitación, Jack se preguntó si aquel intento de beso era obra de la Emi real o de la que estaba un poco achispada por la cerveza. Emily no tenía muy buen juicio desde hace unos días, por lo que, llegó a la conclusión de que Jack no había intentado besarla y todo era una alucinación suya.

A Emily no le sentaba muy bien beber, pero el cansancio del día y la sensación del mar meciéndole, la hicieron quedarse dormida poco después de tocar la almohada. Para Jack las cervezas no fueron tantas, le pasaron desapercibidas a su cuerpo. No pudo dormir por todos los pensamientos que revoloteaban por encima de su cabeza, todos con la cara de Emily en primer plano.

Jack se pasó la noche repasando la forma en que Emily sonreía. Hasta entonces solo la había visto mirar al suelo en cuando las comisuras de sus labios amenazaban con levantarse, se ponía un mechón sobre la oreja y luego volvía la mirada a ti con cierta inocencia, como esperando que tus ojos le confirmaran que no la habías atrapado siendo un pelín más feliz de lo que debería. Hasta ese día no había podido verla sonreír en pleno.

Además, Emily tenía una risa bonita. Jack no era un adicto al celular, pero le hubiera gustado tener una grabadora a mano para recordar cada nota en su risa entre nerviosa y emocionada cuando se deslizaba por la tirolesa. También una cámara, porque con las flores en la cabeza parecía la diosa de la isla.

Quería dejarse ir de cabeza por ella, pero había un pensamiento que no le dejaba en paz. Tenía que contarle antes.

Por la mañana, las miradas incómodas que Jack y Emily se lanzaban en el desayuno tenían una razón muy distinta a la de los días anteriores

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Por la mañana, las miradas incómodas que Jack y Emily se lanzaban en el desayuno tenían una razón muy distinta a la de los días anteriores. Rosaline no entendía del todo lo que había pasado cuando ella se quedó dormida, pero el hueco en el refrigerador le dio una pista.

Emily despertó con una sensación en el estómago como las mariposas, que resultó ser cosa del alcohol. Aunque en un plano más analítico, Emily se sentía de una manera muy extraña cuando Jack estaba cerca. Una mezcla entre la tranquilidad y un deseo obsesivo de tocarlo, olerlo y verlo sonreír.

Pasaron toda la mañana ajustando la planeación. El alcohol, las mesas, la música y la comida. Él tenía algunas ideas muy locas, ella quería mantener a todos seguros; pero lograron llegar a un acuerdo entre bromas y coqueteos disfrazados bajo la mirada de Rosaline.

Una boda a la derivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora