5. La radio

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La isla ya no se sacudía por los gritos de Jack y Emily, ahora lo hacía por los rayos que caían desde el cielo

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La isla ya no se sacudía por los gritos de Jack y Emily, ahora lo hacía por los rayos que caían desde el cielo.

Cuando Emily tenía seis, la profesora de biología les puso a germinar frijoles. Ella estaba fascinada de verlos crecer, les puso nombre a cada uno y los llevó a una maceta cuando crecieron. Un fin de semana, una tormenta eléctrica terrible azotó el patio de Emily, nadie estuvo en casa para proteger sus plantas, por lo que: Beanie, Legumina, Frijolín, Mr. y Miss Bean fueron brutalmente destrozadas por la lluvia.

Desde entonces, Emily alejó su corazón de todo lo que tuviera que ver con la naturaleza, porque aquello era una cosa impredecible. Y desde entonces, cuando caen rayos, Emily tiembla como un chihuahua.

Emily se encerró a trabajar en su propuesta para la boda después de la pelea con Jack. Iba a enviarles algo tan avanzado a los novios, que no habría duda de que verían la propuesta de Jack como el disparate mal planeado que era. Sin embargo, no podía trabajar bien con todo el cuerpo temblando de los nervios cada que un rayo caía. Fue a la cocina por un té que le ayudara con los nervios.

Rosaline estaba por allí acomodando los últimos detalles de la vieja cocina empolvada, cuando una temblorosa Emily apareció pidiéndole a señas un té. La chica se estremecía cada que un rayo caía.

La chica pensó que mostrarle algo bonito a Emily calmaría sus nervios. Así que en lugar de prepararle un aburrido té de bolsita, Rosaline sacó de su arsenal una flor de té. Calentó el agua y la dejó en una tetera trasparente. Tocó el hombro de la temblorosa Emily para que dejara sus listas de lado por un minuto.

Emily observó como la chica ponía una bolita verde, para luego verter el agua caliente que poco a poco se abrió hasta revelar una bonita flor amarilla.

Al principio, Emily se sintió tonta por perder el tiempo mirando una simple flor, pero es que aquello era su debilidad, las flores le traían bonitos recuerdos.

Así que, aunque al principio intercalaba su mirada entre la tetera y la tableta, para cuando la flor empezó a salir, la maldita la tenía con la vista atrapada en ella. Había pasado de ser una admiradora casual de la florecita, a prestarle toda su atención. Colocó las manos sobre la barra y recargó la barbilla sobre ellas. Rosaline imitó el gesto y de cuando en cuando le ofrecía miradas sonrientes a Emily.

Estaba emocionada por una flor, otra vez. Tenía que ser tonta.

O al menos así se sintió cuando la flor finalmente abrió y Emily volvió la mirada para encontrarse a Jack con la misma cara de fascinación que ella. Jack y ella no tendrían que ser capaces de disfrutar de las mismas cosas.

Por un momento, Emily se había olvidado de los rayos, pero en cuánto observó a Jack, el tranquilo ruido blanco que había llenado su cabeza hasta unos instantes atrás, fue reemplazado por el recuerdo de su discusión anterior.

Rosaline sirvió tres tazas humeantes con una sonrisa en el rostro. Emily quiso irse de allí para poder disfrutar su té sola, sin la amarga compañía de Jack. Sin embargo, en cuánto intentó levantarse, la mano de Rosaline la detuvo suavemente.

Una boda a la derivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora