4. No es tu boda

720 43 31
                                    

Ante los rostros atónitos de Emily y Jack, se encontraba una hermosa joven que debía tener apenas cumplidos los veinte años

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ante los rostros atónitos de Emily y Jack, se encontraba una hermosa joven que debía tener apenas cumplidos los veinte años. La chica les observaba perpleja, con atisbos de querer soltar una sonrisa amigable. Tenía el pelo en rizos curvos y la piel de un moreno brillante que cautivaría los ojos de cualquiera.

Por un momento, Emily se permitió agradecer a quién sea que haya puesto a esta chica en su camino, quizá, después de todo, no moriría ese día. Creyó que tendría a alguien en esta isla que pudiese servir como intermediario entre Jack y ella, que claro, le daría la razón a ella. Tendría a alguien que pudiese ayudarles, explicarles sobre este lugar.

Emily esbozó una sonrisa desde lo más profundo de su corazón, una sincera súplica. Sin embargo, todo rastro de aquella felicidad se le borró de la cara en cuanto la joven abrió la boca.

—Kiyes ou ye?

Aquello tenía que ser una broma.

—Èske yo koup la? —La chica señaló su propia mano en el dedo anular.

—No, no somos los novios. Me llamo Jack, soy el hermano del novio. Ella es Emily, la organizadora. ¿Cómo te llamas tú? —Jack no pretendía prejuzgar a la chica y asumir que no hablaría la misma lengua que ellos, pero por la cara que puso, parecía ser exactamente así—. ¿Hablas nuestro idioma?

—Ayiti —dijo ella con la boca bien abierta, marcando los labios, para ver si así la entendían.

—¿Haití? —se aventuró Emily.

La joven asintió.

Emily optó por quedarse con la boca abierta, observando como todas sus esperanzas se diluían en el agua salada. Jack, optó por reír para no llorar.

—Quizá hay algo que me faltó decirte. —Jack sonrió tanteando para moverse en terreno seguro—. No pensé que fuese importante, pero ahora...

—¿Qué? —Emily es de las que tiende a enojarse antes de averiguar.

—Bueno... pasa que quizá hice la sugerencia de que estaría bien que las personas que nos ayudaran por acá con la comida y eso, fueran locales. Para vivir la cultura completa y eso. —Jack no se atrevió ni a mirar a Emi; a Emily no le gustan las interrupciones, así que lo dejó terminar a pesar de la rabia que le hervía por dentro—. Y yo dije: mexicanos... español, algo de eso sé. Pero quizá no puse atención en los papeles y resulta que esta isla, aunque está más cerca de México, en realidad es haitiana.

En ese momento, Jack por fin miró a Emily. Ella no tuvo que decir ni una palabra, la mandíbula apretada y la cara al rojo vivo habló por ella.

—En mi defensa se supone que tendríamos un traductor por aquí.

—¿¡En tu defensa!? —gritó ella—. ¿Me estás diciendo que la única persona que puede explicarnos como sobrevivir esta noche no habla nuestro idioma y tu justificación es que no leíste bien los papeles?

Una boda a la derivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora