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Kenma estaba sentado en una de las esquinas del salón, como siempre. La luz del sol se filtraba por la ventana, iluminando las páginas del libro que leía, aunque a veces levantaba la vista para observar de reojo el movimiento de sus compañeros. Era su último año de preparatoria, y aunque el voleibol ocupaba buena parte de su tiempo, siempre encontraba momentos para desaparecer en su propio mundo, donde los videojuegos y los libros llenaban los silencios que tanto apreciaba.

Ese día, sin embargo, algo diferente rompió su rutina. Cuando la puerta del salón se abrió, tú entraste apresurada, con el uniforme ligeramente desarreglado y una expresión de nerviosismo que no pasó desapercibida para él. No eras de su grupo cercano de amigos, pero había notado tu presencia en los pasillos y en clases, una chica siempre ocupada con tus propios asuntos, tal vez algo torpe y distraída, pero con una energía que contrastaba con su calma.

Te sentaste rápidamente en una de las sillas del fondo, sacando tus cosas a toda prisa mientras intentabas ponerte al día con lo que había sucedido en la clase. El profesor seguía hablando, pero tu atención estaba claramente dispersa, y pronto te diste cuenta de que habías olvidado uno de los libros en casa. Suspiraste, mordiéndote el labio mientras buscabas inútilmente en tu mochila, consciente de que tendrías que enfrentarte al regaño por no tener el material.

Kenma, que observaba en silencio, decidió actuar. Aunque no solía involucrarse en los problemas de los demás, algo en tu torpeza y la manera en que te mordías el labio le hizo querer ayudarte. Sin hacer ruido, se inclinó hacia un lado, sacó el libro que compartía la clase y lo deslizó hacia ti por debajo de la mesa, casi sin mirarte.

Tú te sobresaltaste un poco al ver el libro aparecer frente a ti, y levantaste la mirada para encontrar los ojos de Kenma. Estaba tan tranquilo como siempre, su expresión serena y algo distraída, como si no hubiera hecho nada extraordinario. Al principio, no sabías qué decir, sorprendida por el gesto.

—Gracias —susurraste finalmente, sintiendo un leve calor en las mejillas.

Kenma solo asintió ligeramente, volviendo a concentrarse en su libro, como si el intercambio no tuviera mayor importancia. Sin embargo, en los días siguientes, ese pequeño acto fue el comienzo de algo inesperado.

Kozᥙmᥱ Kᥱᥒmᥲ ᭟  ⸼ᝢONE SHOTS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora