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Habían pasado tres años desde la última vez que lo habías visto en persona. Kenma Kozume había cambiado, al menos físicamente. Seguía siendo el chico tranquilo y reservado que conociste en la preparatoria, pero ahora parecía más maduro, con una mirada que transmitía un cansancio peculiar, tal vez por las largas horas que dedicaba a sus streams y su canal de YouTube, que había explotado en popularidad.
Era una tarde fría de otoño cuando el destino decidió juntarnos nuevamente. Tu estabas en un pequeño café, perdido entre tus pensamientos y el suave aroma del café tostado. No habías prestado mucha atención al entorno hasta que una figura familiar pasó por la ventana. El cabello rubio con puntas oscuras era inconfundible. Era Kenma.
Se habían distanciado después de la graduación. Él se enfocó en su carrera en los eSports, y tu te sumergiste en la universidad y el trabajo. Nunca hubo una pelea ni un malentendido, solo una separación natural que ocurre cuando dos caminos comienzan a divergir. Sin embargo, al verlo, sentiste un impulso repentino de hablarle. Tal vez para cerrar un capítulo que, en el fondo, nunca habías sentido que se cerrara del todo.
Lo seguiste fuera del café, tu corazón latiendo más rápido de lo que querías admitir. No sabías cómo iba a reaccionar al verte después de tanto tiempo. ¿Te recordaría siquiera?
— Kenma… — dijiste en voz baja, lo suficientemente fuerte para que me escuchara.
Se detuvo en seco. Giró lentamente, sus ojos dorados enfocándose en mí con una mezcla de sorpresa y reconocimiento.
— … — murmuró, casi como si dudara de que realmente estuvieras ahí. Pero no era un sueño. Estabas parada frente a él, nerviosa y al mismo tiempo emocionada.
Sonrió apenas, un gesto que siempre había sido raro en él, pero que yo apreciaba cada vez que sucedía. — Es bueno verte — dijo suavemente.
Ambos se sentaron en una banca cercana, el silencio cómodo extendiéndose entre ustedes. No parecía que necesitaran llenar el aire con palabras apresuradas. Kenma siempre había sido alguien que valoraba la tranquilidad.
— ¿Cómo te ha ido? — preguntaste finalmente, rompiendo el silencio. Sabías la respuesta a esa pregunta a grandes rasgos. Su éxito era bien conocido, pero querías escucharlo de él.
— Bien… supongo. El canal va bien, Twitch también — respondió, mirando sus manos entrelazadas. — ¿Y tú?
Le contaste sobre tu vida desde que se separaron, los estudios, el trabajo, las pequeñas cosas que de alguna manera habían llenado el vacío que había dejado su amistad. A medida que hablaban, las barreras que el tiempo había construido entre los dos comenzaron a desmoronarse lentamente.
Eventualmente, la conversación tomó un giro más personal. Hablaron de los viejos tiempos, de los partidos de voleibol en los que solías apoyarlo desde las gradas, y cómo siempre te parecía que él veía el mundo de una manera diferente, como si estuviera un paso por delante de todos, tanto dentro como fuera de la cancha.
