IV

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Leon's POV:

Creo que jamás en mi vida había estado tan preocupado por una persona. Estaba tomando whisky en el salón cuando me llegó su mensaje, y literalmente me levanté de un salto para correr a la entrada de casa, coger la chaqueta de cuero y las llaves de casa y la moto e ir como alma que llevaba el diablo hasta el garaje.

Solía conducir rápido, pero esa vez hice rugir la moto tan fuerte como los pensamientos de mi cabeza. No me fijé en los relojes del salpicadero, pero fácilmente llegué a los 250 kilómetros por hora.

El estado en que la encontré... simplemente me rompió. Estaba pálida, temblaba como un flan, tenía los ojos inyectados en sangre y las pupilas jodidamente dilatadas, además de que su respiración estaba muy agitada, casi hiperventilando. ¿Qué había tomado? No la tenía por una chica que se drogase o que abusaba del alcohol.

Alguien tenía que haberle hecho esto.

Decidí llevarla a mi casa porque quedaba más cerca que la suya y estaríamos más tranquilos ya que vivía solo. Además, mi cama era más grande que la suya.

En ocasiones se me hacía demasiado grande para mí solo.

Tuve que contenerme con todas mis fuerzas para no dejarla sola e ir a por aquel indeseable de Roger cuando me contó todo lo que había pasado.

Ya le daría un susto sin que ella se enterase. En aquel momento Lillith me necesitaba, era la prioridad.

Por un lado no quería que se quedara dormida, pero por el otro entendía que estuviera cansada. Cuando noté que el sueño le estaba ganando terreno llevé mis dedos índice y corazón hasta su cuello, justo encima de donde su pulso era más notable.

Era lento, relajado. Completamente distinto al que tenía cuando la encontré. No fui capaz de descifrar qué tipo de droga le habían echado en la bebida, pero sin duda era un estimulante, quizá algún tipo de anfetamina. Prefería no pensar demasiado en ello, el efecto ya se había pasado casi, así que solo quedaba esperar que no hubiesen efectos secundarios.

Aguanté despierto toda la noche, vigilando a Lillith.

Si Jacob siguiera entre nosotros se habría encargado de ese tal Roger mientras que yo cuidaba a su hija. Pensé en él, no pudiendo evitar preguntarme qué pensaría acerca de la relación que tenía ahora con la castaña.

Sí, ella había sido como una hermana pequeña para mí, pero ahora... ya no sabía cómo sentirme respecto a ella, y en ocasiones eso me hacía sentir como un jodido cerdo y un capullo. Si Jacob supiera todo esto seguramente me cortaría la polla.

Porque sí, admitía haber tenido deseo sexual hacia Lillith. Era preciosa, su largo cabello castaño, sus brillantes ojos verdes, las peligrosas curvas de su cuerpo... toda ella era una deliciosa fruta prohibida para mí.

Tenía que confesar que, para colmo de males, me daba morbo pensar que era la hija de Jacob. No entendía por qué, pero los humanos siempre ansiábamos aquello que era prohibido. ¿Qué pensaría su padre al saber que me gustaría corromper la inocencia de su hija?

Tenía claro que ella no era virgen, pero dudaba de que ese ex novio suyo le hubiese dado una verdadera sesión de sexo y placer. Ese niñato podría tener una buena arma, pero seguro que no tenía ni puta idea de cómo usarla debidamente.

Yo podía darle a Lillith mucho más. Averiguaría con facilidad donde tocarla para hacerla perder la cabeza por el placer, y luego le haría suplicar por más. La destrozaría y luego uniría las piezas de nuevo para que solo me desease a mi.

¿En qué coño estaba pensando? La culpa y el remordimiento se abrieron paso a dentelladas, obligándome a abrir el cajón de mi mesita de noche y sacar la petaca con whisky que siempre llevaba conmigo.

Forbidden {Leon S. Kennedy}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora