Una semana pasó desde aquel día, una semana completamente amena, divertida y familiar, aunque llena de tensión y deseo sexual por parte de Leon y yo. No estaba segura de que mi madre siguiera sin percatarse del rollo que nos traíamos el moreno y yo, pero no había dicho nada al respecto en todo ese tiempo, así que, de momento, nuestra relación seguiría siendo un secreto a sus ojos.
Quitando por las noches, Leon y yo no habíamos vuelto a tener alguna ocasión de quedarnos a solas. Es decir, sí pasábamos tiempo juntos, pequeños momentos íntimos de fogosos y pasionales besos, acompañados de leves caricias y tocamientos pícaros y sensuales, pero nada más allá de aquellas hermosas y secretas visitas nocturnas a la habitación del otro.
De alguna manera, mamá siempre estaba en casa o alguno de los dos la acompañaba a donde fuera, a veces incluso yendo ambos con ella.
Hasta aquella tarde.
Esa misma mañana, mamá cocinó un apetecible y delicioso bizcocho de chocolate, pero cuando le pregunté si esa sería nuestra merienda, me dijo que no.
—¿Cómo que no? ¿Piensas comértelo tú sola, entonces? —Inquirí, alzando una ceja. Leon observaba la situación sentado frente a mí en la isla de la cocina.
—Es para mis compañeras del club de lectura, Lillith —contestó, la miré como si me hubiese hablado en chino.
—¿Club de lectura? ¿Desde cuándo formas parte de uno?
—Desde hace dos meses. Se me olvidó decírtelo —me encogí de hombros.
—No importa, es más, me alegro de que hayas encontrado un hobby que te haga salir de casa —fui sincera al decir esas palabras; mamá se merecía poder escapar de la rutina de vez en cuando y juntarse con gente que compartiese sus mismos gustos y aficiones.
—Las chicas son un amor, Lillith, ¡quizá debería presentártelas! —Negué con la cabeza mientras Leon soltaba una pequeña risa frente a mí.
—Creo que paso —reí.
—¿Y tú, Leon? ¿No quisieras conocerlas?
El moreno miró a mi madre por unos instantes, rompiendo el contacto visual al tomar un sorbo de su vaso de limonada.
—Lo siento, Suzanne, pero sabes que es mejor que la gente como yo no formemos lazos con muchas personas.
—Eso es una excusa muy barata, Leon —reí, consiguiendo que el mayor me fulminase con la mirada.
—Bueno, supongo que el no ser muy sociable también influencia en mis respuestas. Lo siento, Suzanne, pero creo que al igual que Lillith, voy a pasar —terminó encogiéndose de hombros el agente.
Y es que, pese a que seguramente las compañeras de mi madre no eran malas personas, lo más probable era que fueran una panda de señoras que solamente se dedicaban a cotillear mientras tomaban el té.
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Forbidden {Leon S. Kennedy}
FanfictionSabía que no estaba bien, que para Leon no sería moralmente correcto, pero había cosas sobre las que yo no tenía control, y mis sueños eran un claro ejemplo de una de esas cosas. Y es que, cuando la moral era la ley, los sentimientos se convertían...