XIII

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No sabría decir cuánto tiempo me pasé en ese estado de "rotura", por llamarlo de alguna manera, pero Leon estuvo ahí hasta que cesó. Me quedé dormida al poco de eso, completamente agotada y abrumada mentalmente. Necesitaba desconectarme del mundo de una vez por todas. Había tenido suficiente por hoy.

Desperté chillando en la cama, con Leon a mi lado, gruñendo mientras se despertaba. Le había despertado con mis gritos, provocados por una horrible pesadilla en la que no quería pensar.

—¿Lillith? —gruñó, frotándose los ojos.

—Una pesadilla —dije, tratando de recobrar el aliento mientras el sudor frío bajaba por mi columna vertebral.

—Tranquila, no pasa nada —susurró, abrazándome por la cintura y atrayéndome hacia él.

Hundí mi cabeza en su pecho, aferrándome con fuerza a su cuerpo.

—Estás a salvo, babe. Estoy contigo —murmuró en mi oído.

Tuve que contener las lágrimas una vez más. Definitivamente, no me sentía para nada estable.

Me costó mucho quedarme dormida, además, no quería moverme mucho para no despertar a Leon otra vez. Seguro que, aunque no lo demostrase, él también estaba mentalmente agotado después de lo que había pasado.

Solo esperaba que no siguiera culpándose.

Desperté a la mañana siguiente con dolor en mi vientre y con una molesta e incómoda humedad en mi parte baja

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Desperté a la mañana siguiente con dolor en mi vientre y con una molesta e incómoda humedad en mi parte baja. Lo que faltaba, me había bajado la regla. Leon seguía dormido a mi lado, aunque se despertó conforme quité su brazo de mi cintura para levantarme, hablándome con la voz grave: 

—¿Cariño? ¿Estás...? —Su pregunta se quedó a medias conforme me levanté, podía sentir su mirada fija en mi culo —. Joder.

—Ni una palabra acerca de ello, por favor —rogué, cogiendo mi bolso apresuradamente. Menos mal que siempre llevaba un kit de emergencia por si esto me ocurría fuera de casa.

Babe, es algo completamente normal y natural —abrí los ojos como platos cuando dijo eso. No me esperaba que actuase así ante esta situación.

A Gael siempre le asqueaban mis periodos. 

—¿No te da asco? —Inquirí, mirándole por encima del hombro, justo cuando abrí la puerta del baño, a punto de entrar.

—¿Debería? —Preguntó él en respuesta. Me encogí de hombros.

—Pensaba que a todos os daba asco esto —admití, entrando finalmente y cerrando la puerta tras de mí.

—¿Necesitas que te traiga algo? Puedo bajar al súper en un momento —me mordí el labio inferior, pensando lo tierno que era Leon.

—No, estoy bien. Tengo de todo en mi kit, descuida —aseguré, cambiándome la ropa interior, colocando una compresa XXL en las bragas limpias.

Forbidden {Leon S. Kennedy}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora