V

77 7 0
                                    

Odiaba los lunes, en serio. Me estaba planteando lo de quitarle la pistola a Leon para pegarme un tiro, de verdad. Para colmo perdí el autobús y casi llegué tarde a la primera clase del día. Encima Roger estaba en la puerta de la clase para cuando llegué. Al parecer él también iba corto de tiempo.

Quiso entablar conversación conmigo, pero le ignoré por completo. No tenía ganas siquiera de verle, ¿cómo iba a querer hablar con él? No sabía si Roger recordaba lo que había pasado el sábado en su casa, pero sentía que, al igual que yo, tenía vagos recuerdos de ello.

Me centré en estudiar y trabajar esa semana. Leon venía a por mí al bar por la noche y me llevaba hasta casa, ya que le daba miedo que volviera andando sola. De no haber sido porque le insistí en que no lo hiciera, también pasaría a buscarme a la universidad.

Ya me daba igual que me vieran con él, de hecho Sophie ya se había enterado de que éramos amigos, y no dudaba en que Niklaus lo supiera también, pero me daba igual, yo no estaba haciendo nada malo al ser amiga de Leon, y él tampoco estaba violando ninguna ley por ser mi amigo.

Tuve suerte de trabajar Sábado por la mañana. Salí a las tres de trabajar, y Leon ya estaba fuera del local para entonces, esperándome apoyado en su moto, como siempre. Fui hacia él tan pronto como le vi, abrazándole.

—¿Qué tal el turno? —Preguntó mientras me ponía el casco, como siempre.

—Bien, tranquilo, la verdad —respondí, dejando que me alzara y me subiese en la moto.

Desde que nos habíamos conocido siempre hacía eso por mi, tanto ponerme el casco, como subirme a la moto. Era un gesto que me parecía muy tierno de su parte.

En toda esa semana no había podido evitar pensar en mi relación con Leon, así como en la conversación que tuvimos por WhatsApp el domingo. Había visto la foto de la pipa como cincuenta veces esa semana, y cada vez que la veía algo cambiaba y se revolvía dentro de mí, sobre todo cuando me fijaba en la mano de Leon. 

Sabía que no estaba bien, que para Leon no sería moralmente correcto, pero había cosas sobre las que yo no tenía control, y mis sueños eran un claro ejemplo de una de esas cosas.

Y es que, cuando la moral era la ley, los sentimientos se convertían en delincuentes.

Pero ¿qué sentía realmente por Leon? ¿Amor? ¿Lujuria? ¿Un poco de ambas? No lo sabía, ni tampoco creía que llegase a tenerlo claro nunca, pero definitivamente era un tema en el que debía pensar exhaustiva y detenidamente, ya que a veces me afectaba cuando estaba con él.

Fue una tarde maravillosa, fuimos al cine a ver una película de miedo que se había estrenado el día anterior, y Leon me invitó tanto a la entrada como a las palomitas y la bebida.

Era cómico ya que, a pesar de que lo pasaba relativamente mal, me fascinaban las películas de miedo. Me hacían chillar y dar botes en mi asiento, pero la adrenalina y la incertidumbre que me generaban era algo a lo que me declaraba adicta por completo.

Agradecí el estar a oscuras en la sala de cine, ya que cada vez que nuestras manos chocaban al coger palomitas sentía que mis mejillas se ponían más rojas que dos tomates bien maduros.

Y todo era culpa de esos malditos sueños que había estado teniendo últimamente.

Me asusté por décima vez en lo que iba de película, dando un pequeño bote en mi sitio y teniendo que llevar mi mano a mi pecho al tiempo en que una exclamación escapaba de mis labios. Leon rio levemente ante esto, pasando su brazo por mis hombros y pegándome a él mientras que deslizaba su mano desde mi hombro hasta el codo.

Forbidden {Leon S. Kennedy}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora