XV

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Llegamos a casa y Leon fue directo a la cocina, en busca de una botella de Jack Daniel's, sentándose en uno de los taburetes de la barra en completo silencio. Un escalofrío me recorrió la columna cuando sus ojos, ahora fríos, vacíos y distantes, se clavaron en mí.

Tragué duro al mirarle, bajando la mirada mientras abría la nevera para coger una lata de refresco, mi mente un hervidero de pensamientos.

Quería disculparme, claro que quería hacerlo, y estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para obtener el perdón de Leon, lo que fuera. Lo que había hecho había sido horrible, no solo le había presionado para que hablase de algo que no le traía buenos recuerdos, sino que también le había dejado mal delante de Claire, su amiga. 

Sí, Leon había mentido, pero solo para desviar la conversación, no queriendo ahondar en un tema que, sin duda alguna, era altamente traumático para él.

—¿Vas a quedarte ahí de pie todo lo que queda de tarde y toda la noche también? —La voz grave de Leon me sacó de mis pensamientos. Joder, sonaba tan frío y serio...

—Leon, acerca de lo de antes...

Me miró como nunca antes lo había hecho, con absoluta frialdad, totalmente carente de emociones o sentimientos. Hasta ese momento solo había conocido las miradas cariñosas del moreno, pero ahora acababa de conocer las vacías, las insensibles.

Era como si no hubiera nada dentro de Leon. Me sentí pequeña, atemorizada incluso. La crueldad crepitaba en sus ojos.

—¿Qué? —Me animó a que hablase, bebiendo directamente de la botella. Me senté en el taburete que tenía más cerca de mi, a tres espacios de distancia de Leon.

Me daba miedo pensar cómo reaccionaría, jamás le había visto en ese estado. ¿Calmado e hiriente? ¿Explotaría como una bomba?

No lo sabía, y la incertidumbre y el miedo estaban acabando conmigo.

Tomé una gran bocanada de aire, armándome de valor, convencida de que todo el aire que acababa de introducir en mis pulmones era también valentía y coraje.

—Lo siento mucho, Leon... a veces la curiosidad me ciega, y me lleva a comportarme como una niña. No pretendía dejarte por un mentiroso delante de Claire, además, no era momento ni lugar para hablar de algo tan serio —solté, sintiendo cómo toda esa valentía y coraje se desvanecía de mi ser con cada palabra.

El moreno se me quedó mirando atentamente, volviendo a darle otro largo trago a la botella.

—Son muchas cosas las que cargo a mis espaldas, Lillith —comentó, su voz fría pero calma.

  Tan tranquilo que daba miedo.

—No puedo ni imaginarme por todo lo que has pasado, Leon, pero quizá hablar de... —Leon me cortó antes de que pudiera continuar:

—¡Recordarlo solo me duele, Lillith! —Rugió, encolerizado. —¡Hablar de ello solo me hace más daño, joder!

—Leon, cálmate —susurré, sintiendo el miedo empezar a correr por mis venas.

—¿Calmarme? ¿Después de que Claire mencionase Raccoon City? No eres consciente, joder, ¡no lo eres! Sí, perdiste a papi, y lo siento por ello, pero no has sufrido ni la mitad de lo que yo lo he hecho, ¡¿vale?! —Gritó, su mano cayendo con fuerza sobre la encimera, mi pecho comprimiéndose cuando nombró a mi padre —. Igual a tí te ayudó hablar de lo devastada y sola que te sentiste cuando perdiste a Jacob, ¡pero a mi esa mierda no me ayuda, Lillith! Estoy muy jodido aquí arriba —Exclamó, señalándose la sien con su dedo índice —. He visto cosas que ni en tus putas peores pesadillas verías, ¡y aquí sigo, joder!

Forbidden {Leon S. Kennedy}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora