Capítulo 44: Una batalla honorable.

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Toda la potencia de fuego del enemigo, llovía copiosa sobre la flota del almirante Rerugen que se desperdigaba en retirada hacia el puerto. Mientras tanto, embarcación tras embarcación, era presa del fuego arrasador. Los pocos tripulantes sobrevivientes se lanzaban al mar para salvar sus vidas o morían en cubierta sin saber bien que los había llevado a las puertas de Soden. En el puerto de Dale, el capitán de la guardia marina, Gerbits Nusser, ya había escuchado las detonaciones que retumbaban sin parar en la costa. En un primer momento había asumido que se trataba de una tormenta lejana, debido a una columna de nubes que se divisaba en el horizonte, pero cuando fue informado sobre el ataque, la incertidumbre se apoderó de su ser.

-Lord Nusser, el almirante Rerugen ha sido vencido por el enemigo y está regresando hacia el puerto.- Informó presuroso un mensajero al llegar ante el oficial.

-¿Qué?- Sorprendido ante la noticia, el capitán Nusser, que había estado ultimando los detalles de la defensa en la intendencia del puerto, salió presuroso y tomó su visor de larga distancia oteando la costa en busca de las embarcaciones, y lo que vio le dejó sin palabras. –Pero esto... -Ante el atónito oficial, las embarcaciones se hallaban dispersadas en una desesperada retirada, mientras que en dirección sureste se acercaba una flota en formación. Para Nusser, aquellos desconocidos eran los enemigos sin duda alguna.

-¡Que preparen las catapultas!- Gritó cerrando de un golpe su visor de larga distancia. El capitán corrió por los puertos siendo perseguido por su escolta mientras gritaba a toda voz para poner en alerta a sus hombres.

-Preparen a las tropas ¡quiero a todos en posición de combate ahora!- Al llegar al cuartel del puerto, el capitán Nusser se apresuró a activar las defensas para recibir al enemigo cuya llegada era inminente.

Inmediatamente, los soldados invadieron el puerto tomando sus posiciones defensivas en las murallas, torreones y atalayas. Las catapultas fueron preparadas y los civiles que merodeaban por los puertos fueron evacuados con celeridad. También, un mensajero fue enviado con el señor del dominio para informarle sobre el avance del ataque enemigo.

Mientras tanto, el almirante Rerugen seguía atento desde su barco en el progreso de la retirada, contemplando con consternación como su flota era brutalmente aplastada. Un nudo de impotencia se apretaba fuerte en su pecho mientras apretaba el cilindro que conformaba su visor de larga distancia.

-¡Almirante, los vientos nos son favorables!- Afirmó el primer oficial Uber ascendiendo al puente a toda prisa. –Ordené izar todas las velas para ganar velocidad; si los divinos nos amparan conseguiremos llegar a puerto.-

Por su lado el almirante Rerugen dirigió su atención hacia su primer oficial dejando a un lado su visor. Su mirada mostraba una rabia inefable y el primer oficial se detuvo en el acto contrayendo la expresión de su rostro atemorizado.

-¿¡Qué importa eso ahora!?- Gritó el almirante mientras golpeaba el barandal de cubierta con su visor doblándose este ligeramente en el proceso. –De cualquier forma estamos perdidos ¿¡A caso no has visto el poder que tiene nuestro enemigo!? –Gritó mientras señalaba los barcos que les perseguían. En los alrededores llovían proyectiles invisibles sobre el mar que solo dejaban ver estelas de agua elevándose tras de sí. – ¡Nos harán pedazos apenas toquemos puerto! –Añadió Rerugen golpeando nuevamente su visor contra el barandal de cubierta, acabando con este en el acto. Lanzó lejos el visor destruido y caminó con pasos colmados de rabia hacia la orilla de la cubierta y abriendo su boca dejó escapar un grito estridente, que más que ira o rabia, denotaba gran impotencia y no era para menos. En sus años de carrera militar se había enfrentado jamás a una situación como aquella. No saber que estaba sucediendo, ni que estaba usando el enemigo contra él le causaba una indescriptible molestia.

Crónicas de Ultramar Nace un ImperioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora