Después de una inusual tormenta en el Frente del Pacífico Sur, una flota de la Armada del Imperio Japonés desaparece. Esa flota cuya tripulación se le ordenó invadir la costa oeste de los Estados Unidos, se encontrará ahora con un mundo totalmente n...
-Almirante, los aviones de transporte para paracaidistas están listos.-
El almirante Kurome recibió el reporte de uno de los oficiales del puente y entonces procedió a dar sus órdenes.
-Excelente, den la orden de despegar a todas las unidades.-
-¡Si señor!-
Acto seguido comenzaron los preparativos para el despegue de las aeronaves. Los técnicos finalizaron con las inspecciones finales y la velocidad del portaaviones y su trayectoria con respecto a la dirección del viento fue ajustada. Entonces la alarma de cubierta sonó y se ordenó a todo el personal que despejara la pista. Acto seguido los aviones comenzaron a despegar y levantar el vuelo.
Cuando ya todos estuvieron en el aire, eran observados desde la plataforma de observación del puente de mando del portaaviones Amagi por el Almirante Kurome. Quien desde el fondo de su corazón rezaba por el éxito de esta primera batalla. Mientras tanto en las afueras de la capital Ariamis el ejército Imperial llegó a la sima de la montaña que daba paso a la vista de la magnífica ciudad.
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Aquella formidable fortaleza que solo tenía una vía de acceso para entrar a ella y lo estratégico de su posición era algo digno de elogio. Además el paisaje que rodeaba a la ciudad y el hermoso lago sobre el que estaba situada era todo un espectáculo para la vista y más de uno de los soldados quedó impresionado con aquel espectacular paisaje que nunca en su vida habían visto igual. El vehículo donde iba el Comandante Aoba se detuvo y este procedió a dar sus siguientes órdenes a las tropas.
-Que la primera compañía establezca un perímetro en la porción noreste del lago y la segunda y tercera compañías ocupen posiciones en las ubicaciones previstas.
-¡Sí señor!-
Inmediatamente las órdenes fueron trasmitidas y las tropas comenzaron a tomar posiciones en sus puntos asignados. El comandante se unió a la compañía uno, que tomaría posición cerca del lago y esta avanzó siendo liderada por los vehículos blindados y los tanques. Pasados unos minutos todo el ejército ya había ocupado los lugares previstos y a lo lejos los aldeanos y campesinos que iban a la faena diaria notaron eso.
Claro está, solo las tropas que se ubicaron cerca del lago fueron vistas. Pasando las otras dos totalmente desapercibidas. Las noticias de un gran número de desconocidos cerca de la ciudad, no tardó en esparcirse como el fuego sobre hierba seca. Muy pronto en el boca a boca de los pueblerinos solo se comentaba eso y un sentimiento de alarma e incertidumbre comenzó a generalizarse. En el castillo un mensajero acudió a toda prisa al encuentro del capitán del cuerpo de ballesteros Dolmar Kavrin, que se encontraba descansando en sus aposentos.
-Pam, pam, pam, pam.-
Varios toques repetitivos e insistentes sacaron al general de su letargo y respondió al que llamaba con cierto tono de descontento.