Crónicas de Ultramar Nace un Imperio

Capítulo 48: Escape caótico.

James abrió los ojos poco a poco. Aún sentía un dolor intenso en su abdomen. Quizás tenía una o dos costillas fracturadas. No lo sabía con certeza. Sentía su cuerpo agitándose de un lado a otro. -¿El motivo? -No podía saberlo, pues su visión aún estaba borrosa, pero aquella experiencia le traía recuerdos; recuerdos de una celda metálica con barrotes de hierro en la cual casi había perdido la razón. Aunque en esta ocasión, solo los barrotes eran de hierro. El suelo era de una madera áspera y apestosa. El hedor a heces, orina y otros fluidos hicieron que la bilis le subiera al gaznate y por reflejo, tragó y tosió; y lo abrumó el dolor en el abdomen.

-Goir... -Dijo con dificultad, pero no hubo respuesta.

-Go... Goir... -Insistió, sintiendo que iva a desmayarse del dolor, pero nadie respondió

-Go... Goir... do... donde.

Reuniendo todas sus fuerzas, James consiguió darse la vuelta y apoyar su espalda en el suelo dejando escapar un grito ahogado producto del dolor. Su visión se fue adaptando gradualmente y pudo contemplar lo que parecía un techo, o quizás un entablado. También comenzaron a llegar sonidos a sus oídos. El sonido de cadenas, de golpeteos rítmicos de los cascos de un caballo y el sonido de un látigo. Volteó su cabeza aún aturdido y pudo ver la luz exterior más allá de los barrotes. James entrecerró los ojos y gradualmente pudo contemplar el panorama exterior. La callejuelas de Black River comenzaron a ser visibles. Los transeúntes que pasaban detenían su marcha para contemplar el espectáculo, algunos de ellos, conocidos de James, quedaron estupefactos al verlo. Entonces una voz en el exterior comenzó a hablar entre repiques de tambor.

-¡Gentes de Black River! Que todos lo sepan. El capitán James Tradessi ha puesto en riesgo la seguridad de nuestra patria, ha violado el sagrado código del gremio y es por eso que, el triunvirato de la Marca Oriental y nuestro respetado rey, el gran capitán Hawkeye; han emitido una orden de arresto contra este hombre y toda su tripulación, para que sirva de advertencia a todos aquellos que se atrevan a transgredir nuestro código de forma tan descarada como lo ha hecho este hombre.

James no podía creer lo que estaba escuchando y sintió tal indignación que quiso gritar, pero el dolor no se lo permitió, por lo que al final solo un susurro salió de su boca:

–Mentira... yo... no...

James no pudo decir nada más.

Mientras tanto, en el exterior, algunos comenzaron a gritar y abuchear a la caravana. Tomaron fango del lodoso camino y lo amasaron para hacer bolas grandes, medianas y pequeñas y se las comenzaron a lanzar a los carromatos. James fue salpicado en una mezcla de fango y aguas residuales. Un fango negro y apestoso, como las mismas aguas del Black River. James sintió que había tocado fondo. No había escapatoria de aquella situación.

-Debí decir que no a la petición de ese hombre. –Pensó James mientras ponía su brazo sobre su rostro con dificultad.

No quería escuchar nada más, ni quería ver a nadie más.

-¿Por qué los dioses me hacen pasar por esto una y otra vez? –Se preguntaba mientras llegaban a su memoria los recuerdos de aquella horrible noche en que su barco y su tripulación habían sido barridos del mar en pocos minutos.

-Todo estaba tan bien antes de aquel día... -James recordó la hora en que había decidido seguir al extraño pájaro de metal.

-¿Quizás este es el castigo de la ambición desmedida? o quizás sea simplemente mala suerte. –Pensó mientras se burlaba de si mismo por pensar en aquellas cosas.

Cansado de pensar en sus desgracias, James dejó caer su brazo al suelo y miró fijamente el entablado superior de la jaula. Las bolas de fango caían sobre él y lo salpicaban. Los insultos y las injurias de la gente ya no entraban a sus oídos, solo escuchaba muchos ruidos que no entendía y deseó que todo aquello terminara de una vez.