2. Número desconocido

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No podía creerlo. Era imposible que esto me estuviera pasando. Primero había hecho de camello entregando una mercancía sospechosa y ahora esto...

Sentía el corazón latiendo a mil por hora y los engranajes de mi cerebro en pleno funcionamiento buscando alguna solución a los múltiples escenarios que podían darse con esta situación.

No sabía qué hacer. Podía ver con horror los emojis de corazones de colores que había enviado. Quería borrar el mensaje, pero era inútil y demasiado tarde. La otra persona lo había leído y, por si fuera poco, había respondido efusivamente.

Brian: 💘🧡💛💚💖

???: ¿Queeeeeeé?

???: ¡No me lo puedo creer!

???: ¡Brian Spark me ha enviado corazones!

La otra persona sabía mi nombre y parecía tener mi número. No tenía ni la más remota idea de quién estaba al otro lado de la línea ni sabía qué decir en este caso. Iba a responder que me había equivocado y le iba a preguntar quién era, pero el profesor de arte llegó y tuve que esconder el móvil.

Durante la clase, podía sentir la vibración de mi móvil y tenía curiosidad por ver si número desconocido seguía escribiendo. Traté de resistir la tentación de sacarlo del bolsillo y echar una ojeada, pero no me atrevía. Estaba a la vista del profesor y quería evitar llamar la atención lo máximo posible. No me gustaba que la gente me mirara.

Después de una hora de sufrimiento tratando de pintar un bodegón con el kit de pintura, me salió una cosa horrible que el profesor definió como arte abstracto y me manché la sudadera con pintura verde. Sabía que alguien me iba a matar cuando llegara a casa.

Acabó la clase y traté de salir del aula para ir a la siguiente clase, pero alguien me interceptó en la puerta. Era Daphne. Esta vez estaba sola, sin su grupo de amigas. Llevaba su mochila y la bolsa de deporte que le había dejado, la que tenía la "mercancía".

—¿Te gustan los deportes?—preguntó a bocajarro.

—No mucho—respondí sin pensar.

—¡Qué pena! Tenía una propuesta que hacerte...

—¿Cuál?

En vez de responder me dio una tarjeta de cartulina con el nombre de una empresa y un enlace de una página web.

—Si te pica la curiosidad, puedes pasarte el viernes por la tarde. Estaremos Daniel y yo— Dio por zanjada la conversación y se giró para marcharse, pero se volvió de nuevo. —Por cierto, yo enjuagaría esa mancha con agua cuanto antes si no quieres tener problemas cuando llegues a casa.

Guardé la tarjeta y me dirigí al baño siguiendo su consejo. Pude eliminar gran parte de la mancha, pero todavía se notaba un poco. Volví a coger el móvil y tenía mensajes de número desconocido

???: ¿Acaso te gusto?

???: ¡Ey! ¿Por qué no contestas?

???: ¿Te ha comido la lengua el gato?

???: ¡Tierra llamando a Brian!

El último mensaje se había enviado hacía casi media hora y decidí intervenir y dejar las cosas claras.

Brian: Estaba en clase.

Brian: Se me cayó el móvil y envié los corazones por accidente.

Brian: ¿Quién eres?

Brian: No puede gustarme alguien que no conozco.

La respuesta llegó al cabo de unos segundos.

???: ¿Tienes que ser tan frío?

???: Has roto mi pobre corazón.

???: ¿No oyes sus lamentos desde aquí?

Brian: ¡Cuánto dramatismo!

???: Así que no sabes quién soy. Interesante...

???: Tal vez sea mejor así...

Brian: ¿Por qué?

Brian: Necesito saber quién eres y por qué tienes mi número.

???: Nop... Me gusta el misterio.

Brian: Pues a mí no.

???: ¡Qué aburrido!

Brian: Dime quién eres o te bloqueo.

???: No desesperes, el sábado por la noche sabrás quién soy.

Brian: ¿Por qué ese día?

???: 🤣🤣🤣🤣

???: Voy a cenar a tu casa. Tu madre me invitó.

No podía creer lo que estaba leyendo. Era imposible. Si mamá hubiera decidido organizar una cena, creo que ya me habría enterado. Decidí escribirle para salir de dudas.

Ignoré a la persona misteriosa que se escondía tras los mensajes el resto del día y seguí atento a las clases, no sin cierta dificultad. Eran muy aburridas. Sin embargo, tenía que hacer un esfuerzo y centrarme. Tenía que ponerme al día y aprobar el curso. Lo había prometido.

Las clases acabaron y esperé al taxi adaptado en la entrada del instituto; aún no me atrevía a coger el autobús con la silla de ruedas, me daba mucha inseguridad. Mientras esperaba, cogí los auriculares y puse la música de Imagine Dragons. 

El pelirrojo que me había dado la bolsa de deporte para hacérsela llegar a su hermana, pasó por mi lado:

—Gracias de nuevo—dijo—. No sé qué habríamos hecho si el material no hubiera llegado a tiempo...

—Que habría mucha gente descontenta, me imagino—respondí.

—Has dado en el clavo. Intuyo que mi hermana te habrá dado la información...—El chico sonrió y añadió—: Espero verte con más frecuencia.

Daniel se despidió con la mano mientras corría hacia una furgoneta mal aparcada. No entendía a estos hermanos ni tenía interés en averiguar lo que se traían entre manos. Bastante complicada era ya mi vida como para meterme en más problemas.

La próxima vez que me pidieran algo, les iba a dejar bien claro que no pensaba formar parte de su exclusivo club de camellos altruistas. Aunque no tenían pinta de dedicarse al tema, mi madre siempre me decía que las apariencias engañan y este era un claro ejemplo.

El taxi adaptado llegó y el taxista de siempre sacó la rampa y, tras anclar bien la silla al suelo, me llevó a casa. Antes de entrar miré el móvil.

Mamá no había respondido a mi mensaje.






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Ilusiones de invierno ©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora