28. En la noria

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Ya se había ido la policía y todo a nuestro alrededor siguió como si nada hubiera ocurrido. Excepto, nosotros; estábamos conmocionados. Daphne era la que peor lo llevaba. Intentábamos consolarla, pero no existían las palabras exactas en esta situación.

Tratamos de seguir la recomendación de Gabriel Hamilton de continuar disfrutando del parque de atracciones, pero nadie parecía estar de acuerdo.

—Si no les importa, prefiero irme a casa—dijo Daphne.

Los hermanos Scott decidieron acompañarla junto con Jack. Iván y Nozomi también se excusaron por lo que nos quedamos Lucas y yo solos.

Deambulamos por el parque en silencio, viendo cómo la gente se divertía en las diferentes atracciones. Lucas parecía sumido en sus pensamientos y yo me sentía molesto por todo lo ocurrido.

Habían pasado muchas cosas y miles de preguntas se agolpaban en mi cabeza. También se habían despejado algunas incógnitas. Por fin había entendido la advertencia que me había dado el padre de Lucas el día que me llevó a casa después de cenar con su familia.

Vicky y, por extensión, Chris, habían formado parte de mi entorno en los últimos meses, ya que ella había sido mi compañera de trabajos grupales. No la llegué a conocer mucho, pero, lo poco que sabía de ella era que tenía un carácter peculiar y que adoraba a Daphne.

También había visto que era buena chica, pero, estaba muy influenciada por Chris, con quien mantenía una relación bastante tóxica. Deseaba que la encontraran pronto y que no le ocurriera nada malo.

—¿Estás bien? —pregunté después un buen tiempo deambulando sin rumbo fijo y sin pronunciar palabra alguna.

Lucas se tomó unos minutos antes de responder.

—No estoy bien, siento que no hice lo suficiente... Si la hubiera avisado unos segundos antes, a lo mejor ella no se hubiera echado a correr con esa mochila...

—Eso no lo puedes saber—respondí—. Ella estaba muy influenciada por ese idiota...

—Espero que esté bien y que logren encontrarla—musitó.

A pesar del altercado, aún seguía llevando la manzana de caramelo en mi mano. Miré su textura acristalada y la tiré a una papelera cercana, había perdido el apetito. Lucas, que había logrado anclar el palito donde venía la manzana en alguna parte de la silla, también la tiró después de mí.

Seguimos paseando por la zona mientras mi mente divagaba sobre lo que había pasado antes. Me había sorprendido la actitud de Lucas, había sido valiente y... muy temerario. La molestia que sentía se acrecentó al imaginar todos los escenarios que podían haberse desarrollado.

—¿Cómo pudiste hacer lo que hiciste? Ese tío te acosaba y pudiste enfrentarte a él.

Lucas clavó sus ojos azules en mí y ese gesto hizo que mis pulsaciones se dispararan.

—Alguien me dijo una vez que no estoy solo, que tengo el apoyo de la gente que me quiere...—dijo con suavidad—. Encontré el valor y la fuerza necesaria gracias a ti.

Me contó que había hablado con su hermana y que juntos habían ido a ver a su padre a la Comisaría. Mientras le contaban lo que había ocurrido, una policía pasaba frente a ellos con unos documentos que se le cayeron. Había una foto de un tatuaje de una abeja muy característico.

—Roy y Chris tenían ese tatuaje. Cuando se lo dije a mi padre, se alarmó porque tenían relación con una banda criminal. Decidió investigar en nuestros institutos y en la universidad de Julia. Ella también los había visto.

—Y lo de hoy, ¿fue orquestado o casualidad? —pregunté con temor.

Lucas guardó silencio y me angustié.

Ilusiones de invierno ©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora