23. Reto

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Me giré y vi a Lucas. Me miraba esperando alguna reacción por mi parte.

—Me he quedado sin entrenamiento y tengo toda la tarde libre—comentó—. Puedo acompañarte a rehabilitación...

—Vale. Entonces todo zanjado—dijo Iván—. ¡Aceleren que no llegan!

Mi amigo se alejó de nosotros y, antes de perderlo de vista, se giró para mirarme e hizo el signo de la victoria con las manos. Luego se echó a reír y siguió su camino. Sacudí la cabeza y nos pusimos en movimiento.

—Puedes sujetarte a mi silla si te sientes inseguro por el camino—sugirió Lucas.

—Gracias por acompañarme.

—De nada. ¿Cuánto tiempo tenemos?

—Diez minutos—respondió.

—Tiempo suficiente; conozco un atajo para llegar más rápido. Sígueme.

El hospital no estaba tan lejos del club, pero había que andar durante un buen rato para llegar. Lucas me guio por un camino que desconocía por completo. Atravesamos varias calles secundarias y, al doblar una esquina, me encontré frente al hospital.

Lo miré con asombro.

—No conocía este atajo—admití.

—Ventajas de vivir aquí desde que tengo memoria —dijo con una sonrisa de suficiencia.


El fisioterapeuta me esperaba en las barras con sus musculosos brazos cruzados y el semblante serio.

—Llegas tarde, Brian Spark. —Consultó la hora y me miró—. Exactamente, dos minutos de retraso. Ven aquí y haz diez repeticiones.

—Mike, no te pega nada lo de parecer un tío duro—dijo una voz femenina a nuestras espaldas.

Lucas y yo tratamos de no reírnos. Una mujer, que llevaba el uniforme del hospital, entró cojeando y se acercó a nosotros. El fisioterapeuta la fulminó con la mirada y ella le dirigió una encantadora sonrisa.

—Has tenido que venir tú y estropear mi papel de tipo malo...—Ambos se echaron a reír—. ¿Qué te ha pasado?

—Mi hermanita me ha sugerido que viniera aquí; tengo problemas con la pata...

—Ahora estoy contigo, dame un segundo...—Mike me miró—. Brian, a las barras y cuando termines, ven aquí —dijo señalando la camilla donde se había sentado la chica.

Asentí y me dirigí a las barras. Lucas me hablaba desde un rincón.

—¡Mucho ánimo! ¡Tú puedes, Brian! —Sonreí.

Mike, mientras hablaba con la mujer, me iba dando indicaciones. Lucas no se perdía ni un solo detalle de lo que hacía y eso me encantaba. Hice los ejercicios con soltura y sin tropezarme ni una sola vez. Luego fui hasta donde se encontraba el fisioterapeuta.

—Ella es Erin, enfermera del hospital. Tiene una prótesis en una pierna y está teniendo problemas con ella. Quiero que veas el problema y cómo se resuelve para que aprendas; también te podría pasar a ti, es algo frecuente...

La prótesis de la enfermera era mucho más sofisticada que la mía, que era de principiante y muy básica. Se movía con más facilidad y ligereza. Supuse que debía ser bastante cara.

—Muy chula la prótesis—comenté.

—Gracias—respondió ella—. Me costaron varios meses de turnos dobles y guardias.

—Me lo imaginaba...

En este caso, el problema que tenía era que el muñón se había inflamado un poco porque la prótesis no estaba bien ajustada debido a que hacía tiempo que no iba a revisión con el ortopédico y por falta de higiene en algunas zonas.

Ilusiones de invierno ©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora