Después de un día bastante extraño, por fin había llegado a casa. Mamá seguía en el trabajo hasta tarde y tampoco había respondido a mi mensaje. Lo más probable era que la persona que me había escrito me estuviera tomando el pelo.
Pasé por la cocina y me comí las sobras del día anterior mientras veía una peli de Marvel. Ya las había visto todas y casi me sabía los diálogos de memoria. También tenía la colección de cómics y algunos funkos de decoración.
El resto de la tarde estuve haciendo los deberes, algo que le había prometido a mamá que haría. No podía descuidar mis estudios, ya que había perdido un año entero por todo lo que ocurrió...
—¡Por fin llego! —exclamó mamá. Se deshizo de sus cosas y se quitó los tacones. El alivio se reflejó en su rostro—. Me estaban matando los pies.
—¿Por qué te los pones si son tan molestos?
—Obligaciones de la empresa. Ya me gustaría ver a mi jefe subido a unos tacones, a ver si piensa lo mismo...
Mamá fue descalza por toda la cocina en busca de comida y cuando pasó por mi lado me revolvió el pelo y me dio un beso en la mejilla. Miró por encima de mi hombro el ejercicio de matemáticas que estaba intentando resolver en la mesa de la cocina.
—Hay un error en esa parte, fíjate bien. ¿Quieres que te ayude?
—Sí, porfa. Llevo medio tarde con esto—respondí derrotado.
A ella, como contable que era, le encantaban los números y me arrebató la libreta con una sonrisa en los labios mientras se comía la pasta carbonara. En diez minutos resolvimos el ejercicio y por fin lo entendí. Explicaba genial.
Metí las cosas en la mochila y estaba a punto de salir de la cocina cuando mamá me llamó. Estaba parada frente a la nevera mirando el calendario.
—Brian, el viernes tienes cita en el hospital. Veré si puedo escaparme de la oficina para acompañarte. Avisa a los profesores de que te vas antes.
Asentí con la cabeza y me fui a mi habitación. Odiaba los hospitales y no quería ir, pero, era otra de las cosas que le había prometido a mamá y tenía que hacerlo. Al fin y al cabo, estábamos en esta situación por mi culpa y ella estaba sufriendo mucho.
Me quité la sudadera con restos de pintura verde y, al hacerlo, algo cayó al suelo. Era la tarjeta que me había dado Daphne. La recogí y la arrojé a la mesa sin mirarla. Logré ponerme el pijama solo y me metí en la cama. Cogí un cómic de Batman y me puse a leerlo hasta que mamá entró en mi habitación.
—Acabo de ver tu mensaje. No tenemos ningún plan para el finde. ¿Has pensado en algo?
No sabía qué responder. Era obvio que Número Desconocido me había mentido. De pronto recordé la tarjeta que había lanzado a la mesa minutos antes.
—Tengo exámenes la semana que viene y una compañera me invitó a ir a un sitio el viernes. No sé si ir o no—respondí. Aunque más que invitarme me había lanzado una propuesta que no tenía ni la más remota idea de qué iba.
—¿Es una cita? —preguntó alzando las cejas.
—¡Claro que no! Apenas la conozco.
Llegó el maldito día de la cita en el hospital. Mamá intentó ir conmigo, pero le surgió una urgencia a última hora en el trabajo y no pudo venir. Y aquí estábamos la tía Bethany y yo en la sala de espera esperando a que me llamara el médico.
La tía, vestida de forma elegante con tacones altos, era la segunda jefa al mando de un grupo empresarial. Siempre que la veía estaba ocupada hablando por teléfono y, esta vez, no era la excepción.
—Bianca, estoy con mi sobrino en el hospital, ¿puedes hacerte cargo de las cosas hoy? Me tomaré el resto del día libre, ya lo hablé con Katerina. Gracias por todo, linda. — Cortó la llamada y me miró—. ¿Qué pasa?
—De mayor quiero ser un jefazo como tú para escaparme del trabajo cuando quiera.
La tía se echó a reír.
—Está bien el trabajo, pero es estresante y hay muchas responsabilidades. He tenido la suerte de tener buenos compañeros y jefes, eso es todo.
—¿Brian Spark? —dijo una enfermera—, pase a la consulta 5.
La tía Bethany y yo nos apresuramos y entramos en el despacho. Una mujer que llevaba puesto el uniforme del hospital nos esperaba frente al escritorio con una sonrisa en la cara. Era la primera vez que la veía.
—Hola Brian, encantada de conocerte. Soy Sophie Ewans y seré tu médico a partir de ahora. ¿Y usted es...?—preguntó dirigiéndose a mi tía.
—Su tía, Bethany Perry. Mi hermana quería venir, pero tuvo un imprevisto en el trabajo.
—No se preocupe, cualquier duda me la puede plantear usted, e incluso, su hermana puede llamarme por teléfono. —La doctora Ewans volvió a centrarse en mí—. Cuéntame, Brian, ¿cómo te encuentras? ¿Alguna molestia, dolores, etc.?
—No, todo bien—respondí. Ella enarcó una ceja y me miró.
—Ajá. Bien, te voy a pedir que hagas algo: estira los brazos, levántalos por encima de tu cabeza y bájalos lo más que puedas. —Hice lo que pidió sin dificultad mientras ella observaba cada movimiento.
Luego me indicó que me pasara a la camilla. Mi tía se ofreció a ayudarme, pero la doctora dijo que quería ver cómo lo hacía solo. En el momento en el que me impulsé con los brazos, sentí dolor en un hombro. Traté de ocultarlo, pero no pasó desapercibido.
—Sabía que te dolía algo. ¿Qué hombro es? —preguntó la doctora.
—El derecho —admití.
Ella asintió. Ya colocado en la camilla, me pidió que me bajara los pantalones para ver las cicatrices de los muñones. Cuando lo hice, deseé que la tierra me tragara.
Me había puesto los calzoncillos de La Liga de la Justicia.
La médico me miraba y en su cara vi la sombra de una sonrisa y el esfuerzo que hacía para reprimirla. Mi tía reía abiertamente y yo quería desaparecer de la vergüenza.
—Está todo bien—afirmó tras inspeccionar y palpar los muñones—. Te voy a pedir sesiones de fisioterapia para que te miren los hombros y te expliquen cómo hacer las transferencias desde la silla de ruedas sin que te hagas daño.
Después de concretar algunas cosas y antes de marcharnos, la doctora Ewans me sorprendió:
—¿Estás preparado para volver a andar? Ya puedes ir probando prótesis para ver qué te parecen.
La tía me invitó a comer a un restaurante italiano y luego dimos un paseo por la zona comercial y nos tomamos un chocolate caliente. Hacía tiempo que no compartíamos estos momentos entre madrina y ahijado.
A pesar de haberlo pasado bien, lo de las prótesis no paraba de rondarme en la cabeza. No estaba preparado. No creía que estuviera listo para eso. No merecía volver a andar....
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Ilusiones de invierno ©✔
Teen FictionObra registrada en el Registro de la Propiedad Intelectual Española. Mención especial ONC 2024 ¡Clasificada en la Lista corta ONC 2024! ¡Clasificada en la Lista larga ONC 2024! ¡Ganadora de la Segunda Ronda ONC 2024! ¡Ganadora de la Primera Ronda ON...