18. Fiesta y Amistades Invisibles

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Llegó el día de la fiesta en la casa de Daphne. Estábamos todos emocionados con la idea de pasar una noche juntos. También teníamos curiosidad por los regalos de nuestros amigos invisibles.

Frente a mí había un chalet de piso bajo y de arquitectura moderna que combinaba piedra y madera. Iván se quedó pasmado mientras que yo estaba acostumbrado a este estilo de vivienda. Antes de mudarnos, mamá y yo vivíamos con papá en un chalet de proporciones un poco más grandes y de dos plantas.

—¡Qué pasada! —exclamó Iván—. ¿Tú sabías que vivían en una casa como esta?

—No tenía ni idea—respondí.

Al momento, la verja se abrió y apareció Daniel vestido de forma elegante con una camiseta y una americana. Yo iba de un modo similar.

—Bienvenidos a la morada de los Scott.

—Y menuda morada...—susurró Iván.

El pelirrojo nos condujo por un camino de guijarros hasta llegar a la vivienda. Estaba todo adaptado para personas con movilidad reducida. Entramos en el recibidor y reconocí la mano experta de un profesional de la decoración en la combinación de colores y en la colocación de los objetos, cuidando hasta el más mínimo detalle.

La casa estaba pulcramente decorada con adornos navideños, dándole un ambiente familiar y acogedor. Daniel nos indicó que cogiéramos algún accesorio de la caja que había en el suelo. Iván y yo nos decantamos por un gorro de Papá Noel y Daniel se puso un collar de serpentinas.

Daphne nos aguardaba en el salón con un vestido negro y un hombro descubierto. Tuve que darle un codazo a mi amigo para que disimulara un poco; se había quedado embobado mirándola. Los ojos de la chica brillaron cuando vio que Iván había traído la guitarra. Detrás de ella apareció Lucas. Ambos llevaban un collar como el de Daniel.

—¡Llegaron! Y con música para amenizar la noche—dijo él.

No podía dejar de mirar al chico. Llevaba una camiseta blanca y una chaqueta de cuero negra. El pelo lo llevaba rapado por un lado y algo largo por el otro, dejando al descubierto una oreja con varios piercings diferentes a los que llevaba habitualmente. No llevaba gafas, sino lentillas. Tenía sombra de ojos y un eyeliner negro que resaltaba sus ojos azules.

—Todavía estamos esperando a los demás, pero podemos picotear algo mientras tanto— propuso Daphne—. Ya hay gente allí.

Dejamos los regalos en una de las habitaciones cercanas al salón. Ya había unos cuantos paquetes amontonados. Pasamos al comedor y vimos a Nozomi, Clarissa y Julia charlando animadamente.

—Hola—saludé.

Las chicas nos saludaron al entrar y siguieron con su conversación. Cada uno llevó algo de comer; dejé en la mesa unos nachos con guacamole y, a medida que iban llegando algunas amistades de los hermanos Scott, la mesa se fue llenando de comida.

Horas más tarde la fiesta se llenó de risas, música, conversaciones y bailes. Hacía tiempo que no lo pasaba tan bien.


Los padres de los Scott estaban de viaje y no volverían hasta el día siguiente. Ya era medianoche cuando decidimos que había llegado el momento más esperado de la noche. Algunos asistentes a la fiesta se fueron y nos quedamos solo los que participamos en los regalos de la Amistad Invisible.

—¡Y ahora a por los regalos! —anunció Daphne con emoción.

Iván, Julia y Daniel sacaron los regalos de la habitación y los colocaron en la mesa del salón. El resto esperábamos sentados en los enormes sofás. Éramos diez personas en total; los que fuimos a jugar a casa de Lucas, Daniel, Clarissa y dos amigos de ellos.

Ilusiones de invierno ©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora